miércoles, 2 de enero de 2019

El gran secreto de la Navidad

16:34:00 1 Comments
(cc)2019 Rocío Cumplido González



El gran secreto de la Navidad

Seguro que te has dado cuenta de que los adultos guardan un secreto que no nos quieren contar. Está oculto bajo los copos de nieve, tras el “Do, Re, Mi” de los villancicos y en la comisura de las sonrisas de los niños.

Pero…

— ¿A qué viene tanto misterio?
— ¿Qué es lo que nos intentan ocultar?
— ¿Y por qué solo ocurre en Navidad?

Lua es una niña muy inquieta, curiosa, testaruda y no va a parar hasta encontrar las respuestas a estas preguntas:

Sin embargo, por más que lo ha intentado, Lua no ha conseguido averiguar qué es lo que los adultos ocultan. ¡Incluso sus padres se niegan a responder a sus preguntas!

— ¿Me podéis explicar por qué se apagan las luces de casa, antes de que los reyes magos entren por la ventana?

Sus padres, como siempre; eluden la pregunta con un “No sé de qué hablas niña” o “deja de imaginar tanta tontería”. Lo que para Lua es una confirmación de que están metidos en el ajo.

— ¿Estás segura de que se ha quedado dormida?— pregunta el padre de la niña nervioso y sin dejar de mirar el reloj; contando cada tic, tac, cómo si algo estuviera a punto de pasar.

— Completamente— asegura su madre; — y sin leerle un cuento. No sé dónde los habré metido, que no los encuentro.

Lua ríe por lo bajini mientras los espía por el filo entreabierto de la puerta del salón. Ha sido ella quien ha escondido los cuentos de hadas: — ¡no podía arriesgarme!— En cuanto mi madre empieza con eso de “Érase una vez, en un mundo muy lejano…” me piro al mundo de los sueños, en menos que canta un gallo—.

Entonces Lua se da cuenta de que pasa algo muy raro: ya no se escucha el tic, tac del reloj del salón y el cuco de la entrada tampoco hace su aparición.

 Al mirar hacia la ventana por el rabillo del ojo, la niña descubre que los copos de nieve flotan quietos en el aire. No caen hasta el suelo, están congelados en un segundo eterno.

— Ya es la hora — afirma su madre comprobando que el tiempo se ha detenido.

Rápidamente, ambos se acercan al al portal de Belén y tocan con el dedo índice la estrella de Navidad. Al momento; la ventana del salón se abre, dejando entrar dos torbellinos de arena que los envuelve de la cabeza a los pies. Lua se asusta mucho; pero es incapaz de gritar.

 Cuando los torbellinos de arena desaparecen, Lua vuelve a ver a sus padres; pero ahora son diferentes. Van vestidos con ropas árabes, muy parecidos a las de los…

— Un momento…
— No, no puede ser…
— ¿Pajes reales?

No obstante, por muy descabellada que fuera esa idea, era lo único que tenía sentido.

— Salgamos a la entrada— apresuro su padre, colocándose bien el fajín dorado. — No tardarán en llegar.

Escondiéndose en cada recoveco que encuentra, Lua sigue a sus padres hasta la entrada de su casa y cuál es su sorpresa a descubrir a dos camellos esperando frente a la puerta.

— ¡Hola Idris! ¡Hola Kirvi!— exclama su padre. — ¿Nos habéis echado de menos?
El animal con el pelaje más oscuro  responde a la pregunta con un lengüetazo, dejando la cara del padre de Lua llena de babas.

Escondida en el interior de una de las alforjas de Kirvi, el camello que montaba su padre: Lua viaja por carreteras y caminos estrechos hasta llegar al desierto.
Cuando se detienen Lua descubre que hay muchas personas que van con la misma ropa que su papá y su mamá. Sin embargo entre la multitud hay tres personas que destacan más que los demás:

— ¡Imposible!— exclama Lua intentando no alzar demasiado la voz. — ¡No pueden ser ellos!

Pero si lo eran. Los tres reyes magos estaban allí, a pocos metros de ella.

— ¡Buenas noches a todos!— grita el rey Baltasar haciendo que todos adultos le presten atención. — Esta noche, como todos los años, nos reunimos para llevar a cabo una gran misión.

— Así es— interrumpe el rey Gaspar. — La misión de repartir regalos a todos los niños de la Tierra.

— Es un trabajo arduo y laborioso — continua Melchor. — y por eso no podemos hacerlo solos. Muchos niños y niñas se quedarían sin regalos, si vosotros papás y mamás no nos echarais una mano.

En cuanto los tres reyes magos chasquean los dedos, miles de regalos aparecen en las alforjas de los camellos.

— ¡No nos entretengamos más!— ordena el rey Baltasar. — Los niños y niñas de la Tierra han sido muy buenos este año; por lo que esta noche tendremos mucho trabajo.
Oculta entre los regalos, Lua viaja con sus padres, convertidos en “Pajes Reales” en su recorrido por los cinco continentes, mientras ellos ayudan a los magos de Oriente a repartir miles de regalos diferentes.

— ¡Ese era el secreto!— exclama Lua de nuevo en su habitación, corriendo para meterse en la cama y taparse con las mantas.

Para cuando las manecillas de su despertador vuelven a hacer tic tac, Lua se queda dormida y esa noche sueña con sus papás; y con todo lo que hacen para que cada Navidad sea  la más especial.

Fin.

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