Cada vez que leas
Rocío
19:40:00
1 Comments
Rocío Cumplido González (cc)2020 #quedateencasa #cuentoinfantil #lecturasqueunen
Cada vez que leas
—
¡Me aburro, me re-aburro y me re-que-te-aburro!
Hugo
estaba más que harto de estar en casa, de ver la tele, de jugar con todos los
juguetes que acumulaba en su habitación y se negaba a tirar. Estaba cansado de
trastear con la tablet y los móviles de sus padres. ¡Ni con los vídeos de
youtube conseguía entretenerse!
—
¡Son todos iguales!— se quejó a la cuarta y quinta vez que su padre le puso el móvil
por delante.
Pero
Hugo no podía salir a la calle y no porque le hubieran castigado sus padres.
Un
día por la mañana empezó a llover y al día siguiente también…, y el día después
de aquel más llovió otra vez…, y así pasaron muchos más días y la lluvia nada, que no se iba.
Los
colegios y las tiendas habían tenido que cerrar. Parecía que el mundo había
dejado de girar y los días eran más largos de lo normal.
—
¿Por qué no lees un libro?—preguntó su madre mientras ojeaba por tercera vez la
misma revista.
—
¡¿Leer?!
Para
Hugo, eso era poco menos que un insulto.
—
¿Qué te crees?, ¿qué soy un ratón de biblioteca?
—
Yo tengo uno que quizás te gustaría—afirmó su madre con una sonrisa pícara. Era
como si supiera un secreto, que nadie más conocía—. Esta noche te lo prestaré.
Aquella
noche cuando Hugo entró en su habitación, el libro fue en lo primero que se
fijó.
—
¿Un libro de cuentos de hadas?— preguntó a la nada; pero en voz muy alta.
Enfadado,
tiró el libro al otro extremo del cuarto.
—
¡Yo soy un chico!, ¡no leo estas cosas!, ¡no leo y punto pelota!
—
¿Y por qué no?— preguntó de repente una voz —. Solo son historias que un día
alguien se inventó.
Hugo
se quedó tieso como un palo, sin saber de dónde provenía la voz, hasta que escuchó un “toc, toc, toc”.
Abrió
la puerta de su cuarto; pero allí no estaban ni su papá, ni su mamá y el “toc,
toc, toc” se volvió a escuchar.
El
chico abrió todos los cajones de su cuarto y las puertas de su armario; pero el
“toc, toc, toc” seguía sonando… — ¡Ya no sé por dónde buscar!
—
Estoy justo aquí— dijo la voz—. Baja los ojos y mira al frente, ¿estoy justo
delante de ti y no puedes verme?
Con
algo de miedo, Hugo miró hacía abajo y ahora el “toc, toc, toc” se escuchó más
fuerte y claro.”
—
¿Estás dentro del libro de mamá?—preguntó con el libro ya en sus manos.
—
¡Pues claro que estoy en el libro!—exclamó la voz, ofendida —. ¿Dónde más podría estar? ¡Venga!, ¡abre la
tapa ya o el mago de las pesadillas me atrapará!
Hugo
hizo lo que voz mandona le pidió. Abrió la tapa del libro y envuelto en un huracán de humo y estrellas
salió de su interior; una niña o quizás era un niño, con un disfraz de pirata.
También tenía una nariz de payaso, llevaba unas alas de hada en la espalda,
unos zapatos de brujo o bruja en los pies y un casco de astronauta en la cabeza.
—
¿Quién… o qué eres tú?—preguntó Hugo, quién en medio de todo aquel ajetreo ya
se había subido encima de la cama.
—
Aún no lo sé—afirmó ese niño o niña mirándose las piernas, brazos y manos—. Creo
que de momento mi nombre será….
Y
se quedó un buen rato pensándolo.
—
¡Mi nombre será “Quién sea”!
—
¿“Quién sea”?—preguntó Hugo, que había cogido la almohada para usarla de escudo—.
¿Qué clase de nombre tan ridículo es ese?
— ¡A mí me gusta!—gritó ofendida u ofendido—.
¡Es un nombre genial y no me lo voy a
cambiar!
“Quién
sea” recogió el libro y se sentó en el
suelo, dándole la espalda a Hugo y se quedó ahí quieto o quieta menos de cinco
segundos.
—
Ya me he aburrido de sentirme mal— dijo corriendo
hasta una montaña de juguetes que Hugo
tenía “ordenados” en un rincón.
—
Este no sirve para jugar— afirmó “Quién sea” de todos y cada uno de los
modernos juguetes del niño.
Despacito
y con mucho, mucho sigilo, Hugo sacó el edredón de la cama y se acercó a “Quien
sea” por la espalda.
Antes
de que el niño cayera con el edredón encima de su cabeza; “Quién sea” dio una
voltereta en el aire y desapareció. Haciendo que Hugo diera con la nariz en el
suelo.
—
¡Me encanta jugar al pilla, pilla!
“Quién
sea” había re-aparecido en una de las estanterías que hay encima de la cama de
Hugo y allí, bajo mucho polvo, encontró
algunos libros que diferentes personas le habían regalado al niño; pero
él nunca los había leído.
—
¡Yo he estado dentro de esta historia!—afirmó “Quién sea” eufórico o eufórica.
— Fui el rey Arturo, y Lancelot, y el mago Merlín. ¡Incluso me convertí en la
dama del lago!
Con
un rápido movimiento, saltó de la estantería al suelo y cogió el libro de
cuentos.
—
¡Vamos a leer!
—
¡No!—gritó Hugo desesperado—. No voy a leer y menos a una cosa que se ha colado
en mi cuarto y no sé quién, o qué es.
En
ese momento el rostro de “Quién sea” cambió. Sus ojos se entristecieron y su
sonrisa desapareció.
—
Yo no me he colado—sentenció mirando como sus manos empezaban a desaparecer—. Yo
siempre he estado aquí, dentro de cada historia y libro. Soy quién tú quieres
que sea, cuando imaginas lo que lees.
Ahora
sus pies también estaban desapareciendo. Se convertían rápidamente en polvo de
estrellas y se difuminaban en un vacío eterno.
—Si no coges el libro y empiezas pronto a leer
desapareceré. ¡Nadie nunca sabrá lo divertido que es imaginar y leer!
¡Por
favor cógelo!
¡Por
favor!
¡Por
favor!
¡Por
favor!
Sintiéndose
muy culpable Hugo cogió el libro y empezó a leer. Primero la historia de un
payaso que quería ser astronauta y cómo; es engañado por un malvado mago que
quiere robarles a los niños su sonrisa.
Después
continuó con la historia de un hada con una discapacidad. Solo tenía un ala y
su mayor sueño era volar.
Imaginando
que “Quién sea” era todos y cada uno de los personajes; le leyó muchas
historias más: la de una dama que tenía el pelo plateado, vivía en la luna y
deseaba amar y la de Valiente: un monstruo que vivía en un mundo que hay debajo
de tu cama, y tenía miedo de los demás.
—
¡Ya vuelvo a ser yo!—gritó “Quién sea” balanceando sus manos y sus pies.
Sin
embargo Hugo no paró y siguió leyendo cuentos; viviendo miles de vidas y
aventuras en una sola página.
—
¡Lo hemos terminado!— exclamó “Quién sea” con los brazos triunfantes y en alto.
—
Eso parece—confirmó Hugo no tan contento y, resistiéndose a cerrar el libro.
—
¡Que tarde es ya!—gritó de repente “Quién sea”—. ¡Tienes que irte a la cama y
ya!
Antes
de que Hugo pudiera parpadear, “Quién sea” ya había deshecho su cama.
—
¿Y tú dónde irás?—preguntó Hugo casi en un susurro. No quería despedirse de “Quién
sea”. No quería que su nueva amiga o amigo se fuera.
—
Estaré donde siempre—confirmó saltando a la estantería donde se apilaban
aquellos libros olvidados—. Estaré justo aquí cada vez que leas, aunque a veces
no me veas.
Y
desde entonces; Hugo no paró de leer y “Quién sea” siempre estuvo junto a él.
Le hizo compañía en los días de lluvia y en los que volvió a salir el sol y todo iba bien.