(cc) 2021 Rocío Cumplido. #cuentoinfantil #PalmadelRío
El árbol mágico, bajo el puente encantado.
Érase una vez, en un
verano que acababa de comenzar, un niño llamado Samuel que no quería llegar a
su hogar.
Las clases habían terminado y sus papás
estaban deseando ver las notas que había sacado.
Quizás por eso pasó lo
que pasó y sin saber muy bien cómo, ni porqué, Samuel cogió otro camino y se
desvió.
— ¿Cómo he llegado hasta
aquí? —se preguntó.
Sin darse cuenta, había
dejado atrás la acera y ahora estaba pisando un camino de tierra.
Ese camino estaba y aún
está, a los pies del viejo puente del pueblo. Uno que ya nadie usa, porque hace
años construyeron un puente nuevo. Uno más bonito, seguro y moderno.
— ¡Que torpe soy! —se
regañó él solito.
Y entonces, cuando
estaba apunto de irse, algo sin importancia pasó. El viento sopló.
No formó ningún
torbellino y tampoco sopló tan fuerte. Lo que sí hizo, fue mover las ramas de
un árbol que había bajo del puente.
— ¡Agárrate fuerte
Marlín! —oyó gritar.
— ¡No podré aguantar
mucho más Marlok! — escuchó decir a alguien más— ¡Me voy a resbalar!
Samuel fue corriendo
para ayudar; pero al girar y entrar bajo el arco de piedra, no vio a nadie
colgado de las ramas del árbol y tampoco estaba gritando.
Sin embargo, sí escucho
a alguien murmullar.
— Aguanta un poco y no
grites más. Si ese niño te oye nos descubrirá.
Marlín lo intentó; pero a pesar de su diminuto
tamaño, pesaba demasiado para la ramita de la que se estaba sosteniendo y al
final esta se acabó partiendo.
Afortunadamente, Samuel
llegó a tiempo y lo cogió entre sus manos antes de que cayera al suelo.
********
Ninguno de los dos podía
creerse lo que estaba viendo. Para Marlín, esa era la primera vez que estaba
tan cerca de un niño humano y para Samuel igual. Nunca antes había visto a un
duende, uno de verdad. Pensaba que eran cosas de cuentos y no existían en el
mundo real.
Los duendes que tenían
el poder de saber si alguien era bueno o malo con solo mirarlo, supieron al
instante que aquel niño era bueno y decidieron confiarle su secreto.
— Somos duendes
cultivadores —confesó Marlok. — Cultivamos en este árbol mágico, los sueños y
deseos de las personas que caminan por el puente.
Cuando están listos para
salir del cascarón, ellos solitos salen volando y van en busca de quienes los
han deseado. Si esa persona está dispuesta a esforzarse, el deseo se hará
realidad y si no, al poco tiempo se esfumará.
— ¿Cómo mariposas
mágicas? — preguntó el niño acercándose para verlos mejor.
— O como tú quieras que
sean. — respondió Marlín. — A veces son mariposas; pero otras han sido luciérnagas.
Depende del humano que las vea.
Samuel se sintió
intrigado y se acercó más al árbol mágico. Entonces descubrió que no había
tantos deseos como había imaginado.
— Ya apenas nadie camina
por el puente— dijo Marlín que había leído sus pensamientos, — y los pocos que
lo hacen no piden deseos. Han dejado de creer que pueden cumplir sus sueños.
—
Yo podría pedir varios deseos —aseguró Samuel.
Y de repente, se le
ocurrió una gran idea para resolver su problema.
—
Voy a desear no haber suspendido. Así no tendré que repetir curso y perder a
mis amigos.
Con una sonrisa como la
de su papá, el duende Marlín subió hasta el hombro del niño para decirle algo
al oído.
—
No puedes cambiar lo que ya ha pasado; pero sí puedes desear hacerlo mejor el
próximo año. Si te esfuerzas lo conseguirás y si tus amigos son de verdad,
nunca te abandonarán.
Samuel entendió entonces
cómo funcionaba en realidad el árbol mágico. Subió las escaleras del puente
viejo y pidió más de un deseo:
—
Deseo que mis papás no se enfaden conmigo cuando les diga que he suspendido,
que mis amigos siempre quieran jugar conmigo y que muchas personas vengan
andando al puente viejo. ¡Deseo que pidan miles de millones de deseos!
De camino a casa, Samuel
pensó en cómo ayudarlos cuando salieran del cascarón:
Sería sincero con sus
papás y el curso siguiente se esforzaría más. Sus amigos siempre podrán contar
con él y ellos nunca le abandonarán.
Por último, le dirá a
todo el mundo que el puente viejo está encantado y que cumple los deseos de
quienes pasan caminando. Seguro que irán corriendo y se lo contarán a muchas
personas más. ¡Malín y Marlok no pararán de trabajar!
Y así fue, al poco
tiempo el árbol mágico se llenó de deseos y en el cielo aparecieron cientos de luciérnagas
y mariposas que volaban en busca de sus dueños.
Fin.
Tus cuentos siempre son como una bandita que puede curar sueños y corazones rotos. Por favor nunca, nunca dejes de inundar el mundo con tu magia.
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