Allá muy lejos, justo en el punto donde la
imaginación y la verdad se vertían hacia nuestro mundo camufladas como cuentos
de hadas, dos cumbres se alzaban. En cada una de ellas se erguía un reino: Uno
era el Reino de las Rosas y el otro era el Reino de las Tréboles.
Los habitantes del Reino de las Rosas eran
mayormente gentes de cabellos rubios, piel clara como la nata y sus ojos eran
del color del océano. Eran muy intelectuales: les gustaban hacer algoritmos y
otros cálculos matemáticos, la astronomía y cualquier cosa que tuviera que ver
con las ciencias.
Los habitantes del Reino de los Tréboles
eran, sin embargo, un poco diferentes a los del reino anterior. Eran gentes de
pelo oscuro, piel morena y con ojos del color de la miel. También eran muy
inteligentes y además tenían mucho talento para las artes escénicas. Les
encantaban sobre todo bailar, cantar, tocar instrumentos y representar obras de
teatro.
Al
principio los dos reinos eran amigos y construyeron un puente que unían las
cumbres en las que ambos se alzaban. Llamaron al puente "Puente de la
amistad". Ambos reinos estaban muy contentos con este puente, ya que
gracias a él podían dar a conocer sus productos y su cultura en el reino
vecino, así como mantener una agradable amistad con los habitantes de cada uno
de los reinos. Todo iba a las mil maravillas, hasta que un buen día al rey
Rosas no se le ocurre otra cosa que decir:
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–Los treboleros (habitantes del Reino de
los Tréboles) son personas amables y muy divertidas; ¡pero no les gustan las
ciencias! ¡Ellos prefieren escuchar música y ver teatro! Así nunca conseguirán
ser tan inteligentes como nosotros y su reino siempre será un reino vulgar.–
Desafortunadamente, un mensajero del Reino de las Tréboles escuchó el
comentario del rey Rosas y cuando regresó le contó al rey Trébol todo lo que
éste había escuchado en el reino vecino.
–¿Cómo se atreve el muy bellaco?– increpó
el rey Trébol, muy enfadado. –Semejante ofensa no quedará sin castigo.– Esa
misma noche, junto con su ejército, el rey Trébol derribó el Puente de la
amistad, dejándolo hecho pedazos y destruyendo así la relación entre los
reinos.
Los años pasaron; pero la relación entre
dichos reinos no mejoró. Se puede decir que incluso empeoró. Muchas personas contaron
la historia del enfado entre los reyes; pero claro, cada uno la contaba de
manera diferente y al final nadie sabía explicar que pasó en realidad.
Una fresca mañana de verano, Adrián y
Paula, se encontraban haciendo sus quehaceres a la orilla de un río que cruzaba
los dos reinos. Adrián era un niño del Reino de las Tréboles y pescaba truchas
desde la orilla, truchas que después prepararía para comer con su familia. Y
Paula, era una niña del Reino de las Rosas. La pequeña se dedicaba a recoger
las flores que crecían junto al río para venderlas con su madre más tarde en el
mercado. Cuando los dos niños se percataron de la presencia del otro se
quedaron muy impresionados, ya que ninguno de los dos había conocido antes a
nadie del reino de la cumbre de al lado.
–Hola – dijo Adrián, mirando con curiosidad
a la niña.
–Hola – respondió Paula, algo cohibida. Se
miraron durante largo rato, hasta que Adrián hizo una pregunta que solo un niño
de mente pura e inocente podría hacer:
– ¿Qué te gusta más, la tarta de chocolate
o la de fresa con nata? ¡A mí la de chocolate!
– ¡A mí también! ¡Es mi tarta favorita!–
dijo Paula con una amplia sonrisa. Después de esto los dos niños se
convirtieron en grandes amigos. Se veían cada día; pero claro, sin decírselo a
nadie, ya que en sus respectivos reinos estaba prohibido por ley que fueran
amigos.
Con el tiempo los niños fueron descubriendo
que tenían muchas cosas en común y que algunas de sus costumbres, aunque fueran
diferentes y algo extrañas, eran también curiosas y muy interesantes.
Pero mantener una amistad en secreto era
muy pesado. Estaban cansados de contar mentiras a sus familias cada vez que
salían de casa para verse. Y además, esas mentiras los hacían sentir muy
culpables. Así que tramaron un plan para que sus reinos volvieran a ser amigos.
El plan consistía en que cada uno de los reyes recibiría una invitación (la
misma para ambos) para ver una representación en la que supuestamente se
aceptaba la superioridad intelectual del otro reino. Pero en realidad, los
niños harían una representación en la que se mostraría a ambos reinos lo mucho
que tenían en común. Y para que no hubiera peleas, los niños decidieron que la
representación debería hacerse junto al río que cruzaba los reinos, justo al
pie de las dos cumbres.
Como era de esperar, ambos reyes aceptaron
encantados la invitación. Acudieron al evento vestidos con sus mejores galas y
acompañados, claro está, por sus hermosas esposas.
Las esposas de los reyes quedaron
encantadas con la representación de los niños; pero los reyes al contrario
estaban muy decepcionados, ya que en la obra no se decía qué reino era el
mejor. Pero fue al descubrir quienes habían representado la obra cuando su
enfado aumentó. Los reyes se disgustaron muchísimo al ver que los niños eran
amigos, ya que habían quebrantado la norma más importante en ambos reinos. Los
reyes, visiblemente irritados, dieron la velada por finalizada y mandaron
apresar a los niños: cada uno volvería a su reino, recibirían un castigo
ejemplar y no volverían a verse nunca jamás.
Los niños estaban muy apenados porque su
plan no había funcionado y, mientras los guardias los alejaban, ambos lloraron
desconsolados. Las reinas conmovidas por las lágrimas de los niños pararon a
los guardias y les ordenaron que los dejaran libres. Los reyes regañaron a sus
reinas por su comportamiento; pero estas no se dejaron acobardar:
–Os habéis estado comportado como dos niños
de leche durante años– dijo la reina Rosas mirando a su marido a los ojos.
–Estoy de acuerdo con ella– afirmó a su vez
la reina Trébol. –Estos niños han demostrado que son más adultos y bondadosos
que vosotros dos. Habéis estado enfadados por un comentario que se hizo desde
la ignorancia y probablemente sin mala intención. Por el bien de nuestros
reinos debemos intentar llevarnos mejor.
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Y así fue como los habitantes del Reino de
las Rosas y del Reino de las Tréboles volvieron a entablar amistad. Poco a poco
fueron descubriendo que en realidad tenían muchas cosas en común y aprendieron
mucho los unos de los otros. En pocos meses reconstruyeron el puente que antaño
unía sus reinos. Lo construyeron con materiales más fuertes y sólidos para que,
pasase lo que pasase, el puente pudiera perdurar en el tiempo. Como homenaje a
los niños que hicieron esto posible, los reyes colocaron una placa en mitad del
puente. Si la consigues encontrar esto es lo que leerás:
–El Puente de la amistad: dedicado a Paula
y Adrián, dos niños que nos mostraron que las diferencias entre los pueblos son
en realidad una oportunidad para aprender algo nuevo, muy interesante y siempre
genial.
FIN.
Rocío Cumplido.
que historia más tierna, me encanta como escribes! ese aire clásico pero con tu toque bien personal que hace de tus cuentos una delicia!! simplemente hermoso Roro!!! :D xoxo, Eliz
ResponderEliminarGracias Eliz, siempre me alegra leer tus comentarios. :)
ResponderEliminarme encanta, me encanta, me encanta...
ResponderEliminareres la mejor, enséñame ;)
ResponderEliminarQuerida Rocío, me ha gustado mucho tu cuento El puente de la amistad.Los niños normalmente saben dar lecciones a los adultos y tú lo has contado muy bien.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias Conchita. Hace tiempo que tenía este cuento en mente, pero no fue hasta que una amiga me pidió que escribiese un cuento con mensaje o realista, que me decidí a escribir este. Gracias por entrar a leer un rato mis locas historias. Bss
ResponderEliminar"Ninguna ley por sí sola podrá garantizar la libertad de expresión, en toda la población deberá existir un espíritu de tolerancia para que cada hombre pueda expresar sin castigo su punto de vista"
ResponderEliminar-Albert Einstein-
No tengo palabras para expresar mi admiración por la capacidad que tienes de expresar un concepto abstracto y aveces complicado en palabras accesibles ademas de adornarlas con una jugosa historia.
¡Felicidades!
Gracias Tumblebug, se me ha puesto una sonrisa enorme en la cara, cuando he leído tu comentario. Eres un contador de historias increíble al que me encanta escuchar siempre que puedo (y de paso intento aprender de ti)
ResponderEliminarGracias por pasarte por el escondite de las hadas,en un rato me pasaré por las tierras de allá, para ver que hay nuevo.