Cada día al atardecer, justo en el momento
en que el último rayo de sol desaparece entre las montañas, las hadas del
bosque salen a bailar para despertar a las estrellas. Las hadas se reúnen en el
lago de las luciérnagas y bailan por encima del agua, al son de la música que
emiten las campanillas. Una a una las van despertando a todas. Primero a las
blancas (son las más mayores y están hartas de estar acostadas). Luego a las
rojas y amarillas (son un poco más jovencitas y les gusta empezar el día con
alegría). Y por último, con mucho esfuerzo, despiertan a la azules (estas
estrellas son como los niños pequeños, les encanta dormir hasta el último
momento); pero son estas últimas las más importantes del firmamento porque
pueden hacer realidad todos y cada uno de tus deseos. Así que, cuando veas una
de estas estrellas, cierra muy fuerte tus ojos color almendra, pide un deseo
con generosidad y muy pronto, muy pronto, se hará realidad.
– ¡Otra vez, abuela!– exclama Lucía pasando
las páginas del libro hacia atrás, para que su abuela vuelva a empezar.
–Ya es hora de ir a la cama, pequeña.
Mañana lo leeremos otra vez, como cada noche- dice su abuela, mientras cierra
el viejo libro de cuentos.
– ¿Puedo quedarme un momento sola para
pedir mis deseos?– pregunta Lucía poniendo esos ojitos de cordero que ponen
todos los niños cuando quieren conseguir algo. Su abuela, una mujer estricta;
pero dulce y cariñosa a la vez, no puede negarle nada a su única nieta.
–Sólo cinco minutos ¿entendido? Lucía, como
agradecimiento, le da un gran abrazo. Mientras su abuela se va a descansar,
Lucía se tumba en el césped dispuesta a encontrar todas las estrellas azules
para pedirles un deseo.
–Allá está la primera. ¡Qué bonita que es!
A ti te pido una bici nueva.
–¡Y allí hay otra pequeñita! A ti te pido
una muñeca bonita. Lucía las va encontrando todas; pero una llama su atención
por encima de las otras. Una hermosa estrella al lado de la luna que parece
brillar más que ninguna. Lucía, como en el cuento de su abuela, cierra muy
fuerte sus ojos color almendra y desea ver esa linda estrella de cerca, poder
tocarla y jugar con ella.
Cuando Lucía abre los ojos algo increíble
esta pasando: ¡La estrella se está acercando a ella cada vez más rápido! La
niña se asusta; se levanta y se echa hacia atrás, porque parece que se va a
estrellar; pero la estrella aterriza en el suelo con suavidad, justo a los pies
de la niña. Lucía se agacha y coge la estrella con cuidado.
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– ¡Qué bonita eres! Espero que no te hayas
hecho daño– dice Lucía acariciando una de sus puntas. Como su abuela se había
quedado dormida en el sofá, Lucía sube con mucho cuidado las escaleras y,
cuando llega a su habitación, coge su viejo joyero de madera, saca todos los
collares, anillos y pulseras de caramelo, mete un montón de pañuelos y coloca a
la estrella con delicadeza dentro del joyero. Lucía se pasa toda esa noche
despierta observando a la estrella azul.
–¡Qué feliz estoy! ¡Mi deseo se hizo
realidad!
Al principio Lucía cuida a la estrella con
esmero: juega con ella cada día, le echa unas gotas de agua para limpiarla y la
pone en la ventana para que le de el brillo de la luna. Pero poco a poco se va
olvidando de ella, hasta que un día ni siquiera se acuerda de cuidar de la
estrella.
Un día, casi al final del verano, Lucía
recuerda que hace una semana que no ve a su estrella. Sube corriendo a su
habitación, abre el joyero donde la tenía escondida y descubre algo terrible:
¡la estrella está muy enferma y ha perdido casi todo su brillo! Lucía se siente
muy culpable y no sabe qué hacer. Lo único que se le ocurre para salvar a la
estrella es devolverla al cielo. Lo intenta todo, como lanzar la estrella al
cielo subida en el viejo nogal de la casa de campo de su abuela o subirla a su
cometa amarilla y hacerla volar; pero nada parece funcionar.
Entonces la niña recuerda la historia del
cuento de su abuela. Lucía cree en las hadas más que en cualquier otra cosa y
en ese momento descubre como devolver la estrella a su hogar:
–Iré al lago y pediré ayuda a las hadas–
dice la pequeña Lucía mirando la estrella con dulzura.
Al día siguiente, Lucía convence a su
abuela para que la lleve a coger frambuesas cerca del lago de las luciérnagas.
Cuando su abuela se recuesta para dormir un poco la siesta, la niña se adentra
sola en el bosque. No tarda en encontrar el lago; pero aún es de día y las
hadas están escondidas. Entonces, se acerca a una flor campanilla y la hace
sonar. Al poco tiempo aparece un hada algo enfadada, porque la niña la había
despertado. Lucía tiene ahora los ojos como platos, nunca antes había visto un
hada tan de cerca. Pero fue cuando todas las hadas salieron de su escondite
para ver a qué se debía tanto alboroto, cuando Lucía se cayó al suelo por la
impresión.
–¡Vaya, sois todas tan bonitas!– exclama
Lucía mirando a su alrededor.
Lucía les explica el problema de la
estrella azul y le pide a las hadas que la devuelvan al cielo antes de que la
estrella pierda su brillo por completo; pero las hadas le dicen a Lucía que no
pueden volar tan alto.
–El viento es muy fuerte allá arriba y
nuestras alas se romperían– explica una hadita que lleva como falda una
margarita.
–¡Tu volarás y devolverás la estrella a su
lugar!
–¿Y cómo voy a hacerlo?– pregunta la niña.
Las hadas se dispersan y al poco tiempo vuelven con una enorme cesta de mimbre.
La hadita con la falda de margarita crea una enorme pompa de jabón, le echa
polvo de hadas y la coloca encima de la cesta.
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– ¡Es como un globo aerostático!– exclama
la niña muy sorprendida. Lucía, sin pensarlo dos veces, se mete dentro de la
cesta junto con una de las hadas y de repente la cesta se empieza a elevar.
– ¡Estoy volando, estoy volando!– dice
Lucía sin parar. Suben y suben cada vez más alto, hasta alcanzar las nubes.
La estrella empieza a brillar cada vez más.
El hada le hace una señal a Lucía para indicarle que ha llegado el momento. La
pequeña niña no quiere despedirse de su estrellita; pero sabe que para que la
estrella sea feliz debe dejarla ir. Lucía coge a la estrella entre sus manos y
la acaricia como lo hizo el primer día.
–Te buscaré cada noche, estrellita azul.
Lucía con todas sus fuerzas lanza la
estrella hacía el cielo. La estrella sube y sube hasta que consigue llegar a su
hogar.
Lucía, ahora un poco más contenta, vuelve
al lado de su abuela.
–¿Dónde estabas, pequeña?– pregunta su
abuela, que al parecer se había despertado antes de su siesta. Lucía le dice a
su abuela que estaba ayudando a volver a casa a una estrella azul.
–¡Que buena historia para un cuento!– dice
su abuela, creyendo que solo era una historia imaginada por su nieta.
Mientras caminan de vuelta a casa empieza a
anochecer. Lucía mira al cielo y ve a su estrella brillando al lado de la luna.
Desde ese día, Lucía mira cada noche al cielo buscando a su estrella para
pedirle solo deseos buenos.
FIN
Rocío Cumplido.
Este es primer cuento que le escribo a mi sobrina.
ResponderEliminarsin duda Roro es un cuento hermoso! digno de leerle a todos los pequeños cuando se vayan a la cama :) me ha encantado! :D xoxo. Eliz
ResponderEliminarGracias Eliz. Tus palabras siempre me animan. Me alegro que te haya gustado. :)
ResponderEliminary ESPERO QUE NO SEA EL ULTIMO!! Yo tambien suelo mirar la estrella que esta al lado de la luna ;). Muy bonito!
ResponderEliminarWow! I'm Ema Sarli I live in the Argentinna
ResponderEliminarWell It's great to meet you Ema. You're always Welcome to my little world. :)
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