sábado, 1 de febrero de 2020

# amigas # amistad

Hermanas de corazón


(cc) 2020 Rocío Cumplido González #cuentoinfantil #cuentojuvenil #Sanvalentín

Hermanas de corazón


Milenios y eras atrás, cuando no se habían inventado los relojes, ni existían horas que contar. Nacieron tres diosas muy poderosas; aunque sus aventuras ya  han sido olvidadas por la historia.

Tarsemi, Perfana y Fimare vigilaban y cuidaban de un planeta Tierra que casi acababa de nacer. Donde los primeros humanos recién habían aprendido a caminar de pie.

Año tras año, se fueron creando nuevos poblados y asentamientos humanos. Los primeros instrumentos musicales dieron lugar a hermosas canciones, que nunca más volveremos a escuchar. Los niños inventaron sencillos juegos, que aún hoy día siguen existiendo. Todo era absoluta y maravillosamente perfecto.

Hasta que un día… dejo de serlo.

Perfana se enamoró de un joven con una gran curiosidad. Quería conocer todos los secretos de este planeta, que nunca podría recorrer entero y ella encantada; le explicaba cada curioso detalle, de cada rincón.

Un día, la diosa decidió renunciar a sus poderes para convertirse en un ser humano y  así, poder compartir juntos todas las maravillas del mundo.

— Prometo que nunca me olvidaré de vosotras dos— dijo abrazándolas. —Siempre os llevaré en mi corazón.

Al principio Perfana cumplió su promesa. Visitaba a las diosas a diario y algunas de esas veces, pasaban el día riendo y hablando. Parecía que en verdad, nada había cambiado.

Sin embargo con el tiempo, las diosas se percataron de cómo, poco a poco, Perfana se iba alejando y prefería pasar más tiempo en su nuevo hogar, junto a la nueva familia que acababa de formar. Así fue cómo terminó por olvidar; que alguna vez fue la más poderosa diosa que el mundo conocerá.

Esto creo una pequeña grieta en el corazón de Fimare.

— Yo nunca te abandonaré— afirmó la diosa a Tarsemi. — Juntas cuidaremos del mundo y lo veremos crecer.

Pero cómo muchos humanos han dicho alguna vez: — “nunca digas de esta agua no beberé.”
Aunque no estaba en sus planes, Fimare acabó enamorándose de una mujer cuyo ingenio y perspicacia, siempre conseguían hacerla reír a carcajadas.

— Ve junto a ella — la animo Tarsemi, sabiendo que eso era lo que Fimare deseaba hacer en realidad. — No renuncies a la felicidad.

Al igual que Perfana, Fimare prometió a la diosa que jamás se olvidaría de ella y que la llevaría en su corazón allá donde fuera.

Pero igual que la vez anterior, aquella promesa duró un latido… o tal vez dos.

Al final Fimare también prefería estar rodeada de las personas que formaban su nuevo hogar, terminando por olvidar, que fue otra de las más poderosas diosas que el mundo conocerá.

A pesar de que ahora tenía todo un planeta para ella sola que cuidar, Tarsemi siempre se las apañaba para visitarlas. No obstante, por algún motivo que no lograba entender,  nunca conseguía verlas a las dos a la vez.

Hasta que un día supo el por qué…

Aquella pequeña grieta en el corazón de Fimare, se había vuelto más grande. Las ex – diosas siempre estaban de pelea y como consecuencia, los dos pueblos entraron en guerra.

En ese momento, fue el  de Tarsemi el que en mil pedazos se rompió.

Y es que ninguna se había dado cuenta; pero cada vez que la diosa tenía que lidiar entre ellas dos, una grieta muy profunda se formaba en su corazón.

Al sentirse vacía y sin nada por lo que valiera la pena luchar, Tarsemi se transformó en una montaña rocosa que nadie podría escalar. Dejó a un planeta Tierra salvaje solo y sumergido en la oscuridad.

Al ver lo que sus tontas peleas habían provocado, Perfana y Fimare enterraron el hacha de guerra y unieron sus fuerzas.

— ¿Y cómo lo haremos?— preguntó Fimare una vez llegaron al pie de la montaña. — Es demasiado alta, no podemos escalarla.

— Eso no hará falta— aseguró Perfana.

Usando un antiguo conjuro que los magos del futuro nunca llegarán a aprender, cada una de las diosas extrajo de su interior; un fragmento de su propio corazón.

Fimare fue la primera en acercarse. Tocó la fría pared de rocas y le susurró a la montaña.

— No volveré a ser tan testaruda. Tú y yo siempre juntas.

Y su fragmento  desapareció en el interior.

Un segundo después, Perfana estaba también frente a la montaña junto a Fimare.

— El rencor nunca me volverá a cegar. Juntas las tres hasta la eternidad.

Y  su fragmento también, desapareció en el interior.

Dentro de la montaña, en una completa oscuridad, los dos fragmentos atravesaron cada estrecho recoveco, hueco y rincón hasta llegar a su destino, gracias a la magia del amor.
Entonces la montaña se iluminó y poco a poco desapareció.

Cuando cayó la última roca, las tres se reunieron en un abrazo y prometieron; que nada ni nadie las separaría de nuevo.

Y aunque cada una volvió a donde le pertenecía; esta vez lo hicieron convertidas en amigas. O como se decía en la antigüedad, en “hermanas de corazón”. Ya que siempre llevas un poquito de ellas en tu interior.
Encontrada en Google

Fin.


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