Desde que era
pequeño, Clamir siempre tuvo el mismo sueño: ser el dueño de un circo muy
especial, para hacer reír a todos los habitantes de cualquier pueblo o ciudad.
Durante años Clamir trabajó mucho. Ahorró todo
su dinero para comprar una gran carpa, un coche de payasos, una cama elástica,
las gradas para sentarse y ver el espectáculo. Todo estaba muy bien pensado,
ningún detalle se le había escapado. O eso pensaba él….
Una noche, Clamir se despertó muy alterado:
—
¡Esto es imposible!
—
¿Cómo ha podido suceder?
—
¿Se me ha olvidado lo más importante?
—
¡No lo puedo ni creer!
A
Clamir se le había olvidado lo más importante que un circo puede necesitar: ¡no
tenía animales! tampoco trapecistas, domadores o magos ¡Ni siquiera tenía
payasos!
Clamir pidió ayuda a su tío Martín. Su
tío era el inventor del pueblo. Y aunque estaba algo loco y sus inventos
habían causado más de un destrozo. Era a la vez, un hombre muy listo e ingenioso.
Clamir y su tío trabajaron codo con codo y juntos crearon la “Extra sueños”.
Una máquina enorme de pompas de jabón; de la cual podrían nacer todos los
personajes de su imaginación.
Uno a uno, Clamir creó a todos los
animales y artistas que trabajarían en el circo: Magos, trapecistas, un hombre
bala, la mujer barbuda. Hasta elefantes y leones salieron de esa máquina tan
especial. El último en aparecer fue un payaso muy particular. La mitad de su
pelo era de color naranja, la otra mitad verde; y su nariz era tan roja como
una manzana.
Este payaso parecía que tenía
hormiguitas en los pies. Nunca se quedaba quieto. Era capaz de hacer veinte
cosas a la vez. Por ese motivo Clamir le puso de nombre Inquieto. Y la verdad
es que ese nombre le iba como anillo al dedo ¡el payaso Inquieto era puro nervio!
Otras veces el payaso Inquieto también
se ponía muy triste sin ninguna razón: No quería jugar, ni salir a actuar y
hacer reír a los demás. Se escondía para estar solo. No quería que nadie lo
molestara, ni le hablara. A veces se ponía a chillar para que lo dejaran en
paz.
Todos estaban muy preocupados por el
pequeño payaso: al momento estaba riendo, que al siguiente estaba llorando. Un
día podía estar haciendo malabares o asustando a los patos. Te lo podías
encontrar estudiando inglés y leyendo tres libros a la vez. Pero al día
siguiente no hacía nada de nada. Solo se tumbaba en su cama y miraba a la
pared. Horas y horas, no tenía ni ganas de comer.
Clamir pidió ayuda de nuevo a su tío
Martín y juntos fueron a la consulta de un amable médico. Necesitaban saber que le pasaba al payaso
Inquieto.
Después de hacerle algunas pruebas, el
médico descubrió que había detrás de tanto cambio de humor: ¡El payaso Inquieto
era bipolar!
— ¿Que podemos hacer?- preguntó Clamir
con esperanza —. ¿Se puede curar y ser un payaso como los demás?
—
El siempre será así- respondió el médico—. No lo puedes cambiar, ni reparar.
Tienes que quererlo igual que a los demás.
Cuando los artistas del circo se
enteraron de que el payaso Inquieto era bipolar, se asustaron muchísimo:
—
¿Qué significa ser bipolar?
—
¡Qué palabra más rara!
—
¿Es contagioso?
—
¿Quizás peligroso?
Clamir
intentó explicarles que no había nada de qué preocuparse:
—Ser
bipolar significa que a veces tienes sentimientos que no puedes controlar: A
veces puedes estar muy contento y reírte todo el rato, aunque te cuenten un
chiste muy malo; pero otras veces puedes
estar muy triste, y tener muchas ganas de llorar. Ni la broma más divertida te
puede alegrar. No es contagioso, tampoco peligroso. Desde hoy nuestro pequeño
payaso tomará todos los días una
medicina, hablará con nosotros de sus sentimientos, siempre que se sienta muy
inquieto. Eso lo ayudará, a partir de ahora todo irá genial.
Aun así los artistas del circo tenían miedo
del pobre payaso. Le dieron de lado y ya no querían que saliera al escenario.
Eso ponía muy triste al payaso
Inquieto. Cuando esto sucedía iba a ver a Clamir y durante horas hablaban, ya había aprendido que decir en voz
alta: Me siento mal, estoy enfadado o estoy muy nervioso, era algo muy bueno;
porque le hacía sentirse mejor al momento.
El payaso Inquieto echaba de menos a
sus compañeros del circo, quería que todos volvieran a ser buenos amigos.
Una
noche durante una actuación, un trapecista se cayó. El payaso Inquieto que lo
había visto caer, entro en la carpa corriendo y lo ayudó. Fue entonces cuando todos
se dieron cuenta de que su amigo seguía siendo el mismo.
— ¡No importa si el payaso Inquieto es bipolar!— exclamó uno de sus amigos—.
Sigue siendo el mismo: bondadoso, divertido y siempre dispuesto a ayudar.
Desde
ese día, el payaso Inquieto volvió a salir a actuar, haciendo bromas sin parar.
El circo viajó por el mundo entero y, muchos niños y niñas conocieron a este
payaso tan diferente a los demás. Pero eso siempre dio igual; porque todos
somos diferentes, de una manera maravillosa y muy especial.
FIN.
Rocío Cumplido González
(c) 2016
(c) 2016
wow! que difícil, almenos para mi es tratar de explicar eso de ser bipolar, y sin embargo aquí tu lo has hecho con una sencillez y una ternura tan frescas que me has dejado con la boca abierta! y eso solo lo logra una gran escritora y tu si que lo eres!!! me quito el sombrero! xoxo Eliz
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