Rocío Cumplido González (cc) 2018 Cuento infantil
Esta historia que ahora vas a leer, no la empezaré escribiendo “Erase una vez…” Porque esta historia aún no ha pasado; pero se hará realidad en un futuro muy lejano.
Esta historia que ahora vas a leer, no la empezaré escribiendo “Erase una vez…” Porque esta historia aún no ha pasado; pero se hará realidad en un futuro muy lejano.
Habrá una vez, dentro de muchos años, un increíble circo
que recorrerá el planeta de cabo a rabo. Los artistas que allí trabajarán, no
serán personas de carne y hueso. Serán robots hechos con trastos viejos.
El
circo se llamará “Sonrisa Eterna”
y conseguirá que por un rato, adultos y niños olviden sus problemas.
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Sin
embargo, cuando se apaguen las luces y el público se vaya, el circo se
oscurecerá, todo se volverá triste y las sonrisas desaparecerán.
Y
todo será por culpa del señor Arlen. El creará el circo y construirá a los
artistas con las piezas de los electrodomésticos viejos que algún día tirarás.
Los
creará para que hagan solo una cosa y nada más. Unos serán trapecistas y solo
podrán saltar. Otros serán payasos, solo lanzarán tartas a algún despistado.
Algunos serán músicos que sólo un instrumento podrán tocar y el resto… el resto
solo servirá para montar y desmontar la carpa en cada ciudad. Ninguno será libre.
No les estará permitido tener personalidad, ni sueños que alcanzar.
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Pero
todo eso cambiará cuando Claud, un robot cuyo único trabajo será recoger y
guardar los bártulos de los demás, descubra que es diferente, que es especial.
Nadie
se dará cuenta de que Claud saldrá del taller del señor Arlen con un defecto de
fábrica. Será un robot al que le falte un tornillo. A causa de esto sentirá
curiosidad, querrá hacer mil cosas y aprender mil más.
Cuando
por las noches el resto de robots estén recargando sus pilas, Claud saldrá a
escondidas. Cogerá “prestado” un
libro de la biblioteca del señor Arlen y se ocultará para leerlo sin que se
entere nadie.
Entre
las páginas de esos libros, descubrirá que hay otro mundo más allá del circo. Leerá
historias con finales tristes y otros felices; pero en los que al final alguien
simplemente sonríe.
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Una
noche, movido por su curiosidad, entrará en la carpa musical. Allí se
encontrará con Lid, un robot bailarina. Sin saber que lo miran, el robot danzará
al ritmo de una música prohibida, realizando pasos de bailes que no le estarán
permitidos, porque el señor Arlen se lo tendrá prohibido.
En
medio de una pirueta, Lid notará que hay alguien más en la tienda. Intentará
actuar con normalidad, alzando los brazos y girando sobre las puntas de sus
pies, como el señor Arlen le dirá que tiene que hacer.
—
¿Te falta un tornillo como a mí?—preguntará Claud, acercándose a la jaula donde
Lid estará encerrada.
—
¡No te chives de mí, por favor!—suplicará el robot—. Si el señor Arlen se
entera me destruirá ¡y me venderá como chatarra en otra ciudad!
Claud
le prometerá que ni a una mosca se lo contará; pero sentirá tanta lastima por
Lid, qué pensará en un plan para sacarla de allí.
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Con
algo de ingenio y tesón, Claud convencerá al señor Arlen para que Lid salga a
bailar en la siguiente función. Le dirá que el robot dará vueltas sin más; al
son de una tonta canción que no expresará ningún sentimiento, ninguna emoción.
La
noche del gran espectáculo, se apagarán las luces del escenario. Los niños más
pequeños lloriquearán asustados. Gritarán… ¡que viene el hombre del saco!
Unos
segundos después, las luces se volverán a encender y el público verá a Lid en
el centro de la carpa, preparada para empezar su danza. Al otro lado, sentado
frente a un viejo piano, Claud tocará los primeros acordes de una canción llena
de emociones.
Los
pasos de baile de Lid, harán a todos sonreír. Se levantarán de sus asientos y
la aplaudirán. Su forma de bailar será sensacional.
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Enfurecido,
el señor Arlen entrará en la carpa con un hacha, dispuesto a desmontarla. Pero
no te preocupes, los demás robots correrán a ayudarla. Detendrán al señor Arlen
y lo echarán del circo. Ya no les amenazará más con destruirlos.
¿Porque sabes una cosa? resulta que desde el principio, a todos los robots les faltará
un tornillo. Todos tendrán su propia personalidad y sueños que alcanzar; pero
solo cuando vean a Lid bailar, sentirán el valor suficiente para luchar.
A
partir de entonces, todos recuperarán su libertad. Algunos se marcharán; pero
otros como Lid y Claud se quedarán, para
demostrarnos a todos que los sueños se pueden alcanzar.
FIN
Rocío Cumplido González
Vengo del blog de Eliz.
ResponderEliminarMe ha encantado tu espacio. Me quedaré por aquí para leer tus textos.
Un abrazo.
Hola Rayén. Muchas gracias por tu comentario. Quédate cuanto quieras ;) y disfruta del nuevo diseño del blog.
Eliminar¡Saludos!