Existe un lugar
donde todos los sueños se hacen realidad, donde todo puede pasar y donde las
risas no paran de sonar. Ese lugar es el Circo Mágico del señor Gaspar donde
encontrarás tigres, elefantes, trapecistas, domadores de leones, magos que
pueden volar y, por supuesto, a los mejores payasos del mundo. Todos los que
trabajan en este circo son muy felices, ya que hacen lo que más les gusta:
hacen sonreír a todos los niños del mundo. Porque os voy a contar un secreto:
la sonrisa de un niño es la magia más poderosa que existe, puede incluso curar
heridas.
Hace muchos años,
en este mágico lugar, cuando no solo niños creían en la magia, nació un payaso
muy especial. Sus padres le pusieron de nombre Risueño y todos estaban
convencidos de que se convertiría en uno de lo mejores payasos del mundo.
Los años pasaron y
Risueño creció convirtiéndose en un niño amable, valiente y soñador. Y esa
cualidad, soñador, era precisamente lo que tenía muy preocupados a sus padres.
Al perecer, a Risueño no le gustaba mucho ser payaso. Risueño participaba en la
función con sus padres; pero siempre parecía estar pensando en otra cosa y
apenas conseguía hacer que los niños sonrieran. Porque lo que en realidad le
gustaba al pequeño payaso era mirar la luna. La miraba cada noche, incluso a
veces se quedaba toda la noche despierto observándola.
—Que tengas dulces
sueños luna bella —decía Risueño antes de que la luna desapareciera entre las
montañas al amanecer. Y cada día al anochecer, Risueño se asomaba por la
ventana de su viejo carromato de madera para decir:
—Buenos días luna
bella. ¿Has dormido bien?.
No solo sus padres
estaban preocupados. También lo estaba el señor Gaspar; porque la vasija de la
risa apenas se había llenado con la magia de la sonrisa de los niños. Magia que
después el señor Gaspar regalaba a los hospitales y a otros lugares, donde
hubieran niños heridos o tristes, para que volvieran a ser sanos y felices lo
antes posible. Una noche, el señor Gaspar se acercó hasta la roca donde Risueño
siempre se sentaba a observar la luna para preguntarle:
—Risueño, ¿eres
feliz?
—Claro que sí,
señor Gaspar —respondió el pequeño payaso sin apartar la vista del cielo.
—Siempre soy feliz cuando miro la luna.
— ¿Y por qué te
gusta tanto? ¡Es solo la luna! —exclamó el señor Gaspar algo molesto.
— ¡Porque es
preciosa, señor! Es grande, plateada y casi siempre esta ahí adornando el cielo
estrellado, haciéndolo más hermoso todavía —dijo Risueño, con entusiasmo. El Señor Gaspar no conseguía entender la
fascinación de Risueño por la luna; pero como su trabajo era hacer que todos
los que vivían en el circo fueran felices, le hizo a Risueño una última
pregunta:
— ¿Qué quieres ser
de verdad, Risueño?
El pequeño payaso
apartó un momento la mirada del firmamento, miró al señor Gaspar y le
respondió:
— ¡Quiero ser
astronauta y viajar a la luna!
El Señor Gaspar
habló más tarde con los padres del pequeño payaso y les dijo que no se
preocuparan, que eran solo cosas de niños. —Con el tiempo se olvidará de ese
sueño tonto de viajar a la luna —afirmó el señor Gaspar. Pero no fue así.
Risueño no se olvidó de su “sueño tonto”. Cada noche, Risueño se escapaba para
poner en práctica todas las ideas que se le ocurrían y hacer su sueño realidad.
Algunas muy peligrosas como hacer una torre hasta el cielo con todas las sillas
del circo, lanzarse con el cañón del hombre bala o poner una cama elástica
encima del elefante más grande del circo y saltar sobre ella. Fue haciendo esto
último cuando Risueño se cayó haciéndose mucho daño en el brazo. Como castigo,
sus padres le obligaron a limpiar todas y cada una de las jaulas de los
animales del circo durante un mes.
Una mañana Risueño
estaba dando de comer a los caballos, cuando de repente, un anciano apareció en
el establo. Al principio Risueño se asustó porque no había escuchado a nadie
acercándose. El anciano se disculpó:
—Lo siento mucho,
pequeño. No quiero hacerte daño. Estoy aquí porque necesito tu ayuda —dijo el
misterioso anciano. Risueño aún algo desconfiado, le preguntó al anciano en que
podía ayudarle.
—Mi pobre nieto
está muy enfermo, necesito un poco de magia de la vasija de la risa para que se
ponga mejor —explicó el anciano. Risueño sintió mucha pena por el anciano y se
ofreció a ir a hablar con el señor Gaspar. Él era quien podía ayudarle; pero
cuando Risueño iba a salir corriendo en su busca, el anciano le agarró del
brazo y le detuvo:
—El señor Gaspar no
está en su despacho y no estará en todo el día. Si tú pudieras entrar y coger
un poco de magia de la sonrisa. Nadie se dará cuenda —dijo el anciano con una
expresión algo extraña en los ojos. A Risueño no le gustó nada la idea y estaba
dispuesto a decir que no cuando el anciano le dijo:
— ¿Sabes que soy la
única persona en la región que tiene una maquina para viajar a la luna? Vuelo
cada noche hasta la luna para pasear sobre ella. Si me ayudas a salvar a mi
nieto, te regalaré mi maquina para que viajes a la luna siempre que quieras.
A Risueño se le
abrió tanto la boca por la impresión de la noticia que hasta empezó a dolerle.
¿Sería verdad lo que le había dicho el anciano? Pero Risueño no tardó ni dos
segundos en tomar su decisión: Ayudaría al anciano.
Con mucho cuidado
entraron en el despacho del señor Gaspar y cerraron la puerta. Risueño se
acercó hasta el armario donde se encontraba la vasija, puso la mano sobre él y
se abrió como por arte de magia. (Solo los que viven en el circo pueden abrir
el armario donde se guarda la vasija de la risa). Risueño cogió la vasija y la
puso sobre el escritorio. Pero cuando el pequeño payaso se dio la vuelta para
coger un frasco de cristal, el anciano lo empujó, cogió la vasija de la risa y
salió corriendo del despacho.
Risueño no sabía
que hacer: ¡Habían robado la vasija de la risa y era su culpa! Todos se
enfadarían mucho con él. ¡Puede que me expulsen del circo! Risueño no tenía
elección. Tenía que arreglar su error. Así que, salió corriendo del despacho.
Con suerte, encontraría al anciano y recuperaría la vasija de la risa antes de
que se dieran cuenta —pensó Risueño.
Risueño no tardó en
encontrar al anciano que lo había engañado; así que decidió seguirlo hasta que
se le ocurriera una idea de cómo recuperar la vasija. El anciano entró en una
vieja casa abandonada a las afueras del pueblo.
¡Éste debe ser su
escondite! —pensó el pequeño payaso. Risueño entró a escondidas en la casa y
esperó.
Al cabo de un rato,
el anciano se marchó a otra habitación y Risueño aprovechó la oportunidad para
acercarse y coger la vasija. Pero cuando estaba a punto de cogerla apareció el
anciano. Risueño cogió la vasija e intentó escapar; pero el anciano, que en
realidad era un mago malvado, lanzó un hechizo con el que hizo que los zapatones
de payaso de Risueño se quedaran clavados en el suelo.
Risueño estaba muy
asustado, solo quería volver a casa. Y fue ese deseo de volver a casa, el que
salió de la vasija de la risa disparado como una brillante estrella fugaz fuera
de la guarida del mago y avisó a todo el circo de que Risueño necesitaba ayuda.
No tardaron en
aparecer en la guarida del mago: el señor Gaspar, los padres de Risueño y
prácticamente todos los que trabajaban en el circo. Entre todos atraparon al
mago y lo llevaron ante las autoridades del pueblo, para que le impusieran un
castigo ejemplar.
Risueño les dio un
gran abrazo a sus padres, estaba feliz de volver a verlos y cuando volvió al
circo pidió disculpas al señor Gaspar por haberse dejado engañar. El señor
Gaspar las aceptó:
—Lo más importante
es que tu estés bien y que la vasija vuelve a estar a salvo —dijo el señor
Gaspar mientras paseaba junto a Risueño. En ese momento la luna apareció entre
las montañas y Risueño dijo, como cada noche:
—Buenos días, luna
bella.
—Risueño —dijo el
señor Gaspar. — ¿Sabes que tu sueño de viajar a la luna es casi imposible? —y
Risueño con la mirada fija en la luna le respondió:
—“Casi imposible”,
esa es la palabra mágica. Solo tengo que encontrar la manera de conseguirlo y
la encontraré; porque siempre hay una manera de hacer que los sueños se
cumplan.
Con este
pensamiento Risueño se fue dormir y esa noche soñó que su deseo de viajar a la
luna se hacía realidad.
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FIN
Rocío Cumplido.
¿Os cuento un secreto? Me dio pena terminar de escribirlo. ¿Es eso normal?
ResponderEliminarme estas enpicando a tus cuentos
ResponderEliminarRorooo,este me ha gustado mucho
ResponderEliminaresta historia es encantadora! escribes muy bien! tus palabras estan llenas de magia y eso no es fácil de conseguir :) sigue escribiendo ... ah! looking forward to read your englsih stories :) thanks for visitin both my blogs :) xoxo, eliz :)
ResponderEliminarHay Roro!!!
ResponderEliminarEste cuento tiene algo especial, me he quedado con ganas de más, creo que podrías hacer una segunda parte. ¿Que opinas?
Como te ha dicho Elizabeth, tus palabras están llenas de magia, así que sigue, sigue escribiendo, tu sueño está más cerca.
Dale vida a tus dedos, sigue escribiendo!!!
:D
Un beso y un abrazo muy grande amiga,
MuacKaaa!!
Ro Corredera
Hola cielo muchas gracias por comentar, me alegra mucho que te haya gustado y que lo hayas compartido en tu perfil de face. No creo que por el momento haga una continuación, a veces las mejores historias son las que te dejan imaginar tu propio final. Pero quien sabe? A lo mejor cuando el blog cumpla su primer aniversario(si es que dura un año)haga una segunda parte o quizás, escriba una historia en la que aparezcan mis 4 chicas favoritas. Ya sabes a quienes me refiero.... Bss guapa
ResponderEliminarMe a gustado mucho, ademas me a recordado muxo a mi Risueño, que tambien tiene gran insistencia en ir a la luna! Un beso y sigue asi!
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