Por el día, en la biblioteca de Palma del
Río, todo es alboroto. Ana, la bibliotecaria, es la mujer más dulce del mundo
y, con una sonrisa siempre en su rostro, va de acá para allá recogiendo y
poniendo cada libro en su lugar. Ana acaba el día agotada; pero en su rostro
sigue esa sonrisa enmarcada. Apaga las luces, cierra la puerta y se va; pero
ahora empieza lo divertido de verdad. Ya que por la noche la biblioteca
infantil de Palma del Río se convierte en un mágico lugar donde todo puede
pasar.
— ¡Venga. Despertad, perezosos!—dice
Bombín, golpeando con su bastón los libros. Bombín es un viejo ratón andaluz,
nacido en la vega del Guadalquivir, cuya función es la de cuidar y restaurar
todos los libros de la biblioteca de esta ciudad.
— ¡Arriba todo el mundo! ¡Que no lo tenga
que repetir más!—exclama Bombín mientras salta de una estantería a la otra con
mucha agilidad a sus sesenta años de edad.
— ¡Bella Durmiente, despierta ya! O la
próxima vez que una niña derrame patatas alioli en la última página de tu cuento,
lo dejaré tal cual, para que cuando tu príncipe te bese, te huela el aliento y
contigo ya no se quiera casar.
Todos los personajes de los cuentos de
hadas salen obedientes, para que el ratón Bombín pueda arreglar los destrozos
que han hecho los niños en sus libros. Mientras el viejo ratón realiza su
ajetreada labor, los personajes de los cuentos se reúnen en las mesas de la
biblioteca para jugar y charlar, pues a muchos de ellos hacía tiempo que no se
les veía el pelo por aquel lugar:
— ¡Vaya, Caperucita! ¡Cuánto tiempo! ¡Ya
hay que preguntar hasta por la salud! Pero… ¿por qué llevas la caperuza tan
rajada y arrugada?—pregunta uno de los tres cerditos con curiosidad.
—Pues porque el niño que me llevó a su casa
arrancó una de las páginas ¡y el lobo por poco me alcanza!
—Lo siento mucho, chiquilla. Esas cosas
pasan—dice el cerdito intentando consolarla.
Esa noche, el ratón Bombín trabajó tanto,
que al día siguiente despertó enfermo y agotado.
Todos los personajes corren a reunirse en
la casa del ratón, la cual se encuentra debajo de las estanterías de color
rosa, y mientras el hada madrina de Cenicienta cuida del enfermo roedor, los
demás comienzan a hablar para averiguar cómo se las arreglarán:
—Pues yo necesito que alguien arregle mi
libro—dice la sirenita desesperada.—¡Está tan destrozado, que hasta los peces
empiezan a caerse por los lados!
Todos se estrujan los sesos sin excepción;
pero ninguno parece saber como arreglar semejante problemón. Hasta que el hada
Campanilla salta echando chispas porque cree haber encontrado la solución:
—Los niños, de ahora en adelante, no
destrozarán los libros—afirma el hadita muy convencida.
—¿Y cómo piensas conseguir que eso
ocurra?—dice divertido Pepito Grillo.
—Acercaos, que os lo voy a contar, pues
todos juntos tendremos que trabajar.
Todos se acercan a Campanilla y, bajito,
muy, muy bajito, el hada les explica su grandioso plan.
A la mañana siguiente, Ana la bibliotecaria
abre a las diez como cualquier día normal; pero ni ella misma se imagina con la
sorpresa que se va a encontrar.
Los niños comienzan a entrar y corriendo se
dirigen a las estanterías para elegir el libro que se van a llevar. Cuando uno
de los niños abre el primer libro, se queda muy impresionado y pregunta a sus
amigos si en los suyos pasa lo mismo. Todos empiezan a cuchichear tan alto que
Ana tiene que llamarles la atención:
—A ver ¿se puede saber a qué viene tanto
alboroto?
Uno de los niños le da a Ana un libro para
que lo vea con sus propios ojos. Ana coge el libro, lo abre y lo que está
escrito en la primera pagina la deja completamente pasmada:
—“Por favor, no le arranques páginas a este
libro o el lobo llegará antes y me comerá”. Caperucita Roja.
Ana revisa todos los libros y en cada uno
de ellos descubre una frase muy divertida pidiendo a los niños que cuiden bien
de los libros.
—Vaya, ésto debe haber sido obra del ratón
Bombín—dice Ana muy bajito para que nadie la pueda oír.
Días después, recuperado, el ratón Bombín
vuelve a su trabajo y cuál es su sorpresa al darse cuenta de que apenas hay
libros estropeados. Todos le explican lo ocurrido. El ratón les da las gracias
emocionado y desde entonces los niños que van a la biblioteca infantil de Palma
del Río tratan a los libros con más respeto y cuidado para que, en el futuro,
sus personajes favoritos puedan seguir alimentando la imaginación de todos los
niños de la ciudad.
FIN
Rocío Cumplido González
Este cuento fue publicado este año en la Revista Bulevar (mes de Septiembre Nº 68). Para mas información visita su web: http://www.revistabulevar.com/
Muy ingenioso y divertido. Sería esupendo que esto que cuentas ocurriese de verdad.Me h gustado mucho.
ResponderEliminarUn saludo.
este cuento me encanta!!!!! yo quisiera ser como el ratón jejeje me fascina el nivel de ternura, magia e inocencia con la que escribes, FABULOSO!!! un besito nena SIGUE ESCRIBIENDO POR QUE ERES GRANDE!!!! :D
ResponderEliminarEs la primera vez que te dejo un comentario. Quería decirte que me ha encantado el cuento y que sigas escribiendo. Un abrazo. Rosa.
ResponderEliminarMe hiciste recordar una comiquita que fue hecha hace muuuuuchos años y me encanta. Son de unos pajaritos (en navidad) que ayudan a un viejo zapatero con su taller. La ayuda de los seres que menos pensamos, acuden de inmediato.
ResponderEliminarComo que encierra una moraleja, ¿no crees?
Me ha gustado tu blog. Estaré por aquí más seguido.
Saludos.