Rocío Cumplido
González (cc) 2018 #cuento infantil #cuentodeHalloween
El monstruo Valiente: Primera parte
— Si haces algo malo,
llamaré al hombre del saco. Vive debajo de tu cama y solo sale cuando haces
alguna trastada.
Seguro que has
escuchado esto al menos una vez, o quizás sólo en Halloween, después de asustar
a los vecinos a cambio de unas chucherías.
¿Sabías que muchos
niños no creen en el hombre del saco?
¡Incluso piensan que esta historia no es real!
Y como sé que tienes
miedo, sé que vas decir… -— ¡No, no es verdad! ¡El hombre del saco no es real!
Pues permíteme
sacarte de tu error y apréndete bien esta lección:
- El hombre del saco es real.
- El hombre del saco es un monstruo.
- El hombre del saco es un
monstruo muy valiente.
Nuestra historia
comienza en la víspera de Halloween, cuando Daniel se negaba a irse a la cama,
por culpa de un cuento de miedo que le había contado su hermana.
— ARGHHHHHHH— gritó
Daniel al descubrir una araña en su plato.
— ¡Es una araña de
pega!— exclamó burlona su hermana mayor Emma. — ¡Niño bebe, chupete y a la
cuna!
Así que Daniel se fue
a la cama avergonzado:
— ¿Por qué siempre me
pasa lo mismo?
Era una noche oscura, no había estrellas en el
cielo y tampoco luna. En cuanto Daniel se metió en la cama empezó a llover. Los
rayos iluminaban la oscuridad, llenando su habitación con sombras
terroríficas.
— Solo son ramas—
repetía una y otra vez el niño, con la cabeza debajo de la almohada.
De repente, una
enorme sombra oscura apareció por debajo de su cama, gateo hasta el exterior;
apartando hacia un lado todos aquellos juguetes que se habían quedado ahí abajo
olvidados y se puso de pie, mirando directamente al bulto que formaba el cuerpo
de Daniel bajo la manta.
Con su enorme mano,
el monstruo que acababa de salir por debajo de su cama, cogió la manta que cubría
al chico y la tiró al suelo.
Y ahí estaba frente a
Daniel un monstruo tan grande, que tenía que doblar el cuello para no romper el
techo de la habitación. Daniel cerró los ojos, con la inocente esperanza de que
cuando los abriera el monstruo habría desaparecido. Sin embargo, al abrirlos
descubrió con terror que aquel monstruo seguía en su habitación, sonriéndolo
cómo si no hubiera nada por lo que tener miedo.
— ¡Hola pequeñín!— exclamó
el monstruo con un tono de voz divertido. — ¿Cómo estas tuuuu?
El monstruo empezó a
hacer caras raras, como las que hace su abuela cuando ve a un bebe en el
parque:
— ¿Quién es este
pequeño humano?— continuó el monstruo, mientras Daniel lo miraba sin
decir una palabra. — ¿No estarás asustado de este tonto monstruo, verdad?
Cuchu, cuuuuuuu.
— ¡No soy un
bebe!—gritó Daniel sonrojado. — ¡Tengo seis años!
El monstruo, quien no
esperaba que el niño se pusiera a gritar, se cubrió las orejas y se agachó
asustado.
Daniel no podía
creerlo… ¡aquel monstruo tenía
miedo de él!
— Lo siento mucho
“cosa”— dijo el niño disculpándose. — No era mi intención asustarle.
El monstruo se sentó
en el suelo, sintiéndose un poco mejor.
— No te preocupes chico— respondió el
monstruo. — No ha sido culpa tuya. Es que los gritos me asustan. Bueno… en
realidad, todo me asusta.
Sentados en el suelo
de la habitación, el monstruo le contó a Daniel todo sobre quien era él.
Obviamente su nombre no era “monstruo”, tampoco “hombre del saco” y mucho menos
“Cosa”. Se llamaba Valiente y vivía en el Valle del Gato Negro, un pueblo donde
sus vecinos son todos esos fantasmas, monstruos y criaturas mágicas que
aparecen en los cuentos de hadas. Pero lo que más sorprendió a Daniel, fue lo
que Valiente dijo justo después:
— Todas las criaturas
que viven allí son buenas.
— ¿Y por qué llevas
un saco? — preguntó Daniel, señalando su mano.
— ¿Esto?— preguntó
Valiente riendo. — Esto no es para atrapar a los niños dentro. Nosotros lo
usamos para capturar pesadillas, antes de que entren en los sueños de los niños
y niñas.
— ¡Vaya!— exclamó
impresionado Daniel. — ¡Eres como un superhéroe!
— En realidad, no—
Valiente bajó la cabeza, avergonzado. — Nunca he cazado una pesadilla… ¡me dan
un miedo terrible! Mis vecinos se ríen de mí por eso. Dicen que soy un cobarde,
una gallina y otras cosas feas que no voy a repetir.
— ¿Y por qué no
cambias de trabajo?— quiso saber Daniel. — ¿No hay nada más que sepas hacer?
Valiente miró al
chico con ternura y sonrió: nunca nadie le había hecho esa pregunta. A nadie parecía
importarle lo que él quería hacer de verdad.
Valiente le confesó a
Daniel que su sueño era convertirse en inventor. Le encantaba crear cosas de la
nada y hacerlas funcionar.
Hace algún tiempo
construyó una radio con piezas de un viejo coche y con ella escucha a los
humanos contar cuentos sobre brujas y fantasmas. Fue así como Valiente escuchó
como Emma asustaba a su hermano con la historia del hombre del saco.
Valiente conocía muy
bien el miedo que sentía Daniel y por eso decidió subir al mundo de los humanos
para verlo:
— Nuestro aspecto es
muy útil para asustar a las pesadillas— afirmó Valiente
Daniel creyó en lo
que el monstruo dijo y ya no tenía miedo de su nuevo amigo. En realidad, sintió
mucha curiosidad:
— ¿Tienes algún
vecino Zombi?
— ¿Como de grande es
el pueblo?
— ¿Celebráis
Halloween?... ¿Y Navidad?
Valiente contestó a
sus preguntas con paciencia; pero al final, fue el monstruo el que hizo la
pregunta más alucinante del mundo:
— Daniel… quizás me
meta en problemas; pero… ¿Quieres venir al Valle del Gato Negro?
— ¡SI!— dijo el niño
casi gritando.
Daniel abrió el armario
y cogió su abrigo, mientras Valiente movía la cama del niño hacia un lado.
— ¡ABRA KRAPUM!—
clamó Valiente, pronunciando las palabras mágicas que abrieron la puerta “al
mundo de abajo”.
De la nada, formando
un agujero en medio de la habitación, apareció una escalera de caracol. Daniel
no podía creer lo que veían sus ojos: por lo menos un millón de luciérnagas iluminaban
la escalera de piedra. Por un momento se imaginó que era un astronauta flotando
entre las estrellas.
Al cabo de un rato,
la escalera se terminó. Estaban en la entrada del pueblo, donde un cartel les
daba la bienvenida diciendo: “Bienvenidos al Valle del Gato Negro, caza una
pesadilla y tendrás dulces sueños”.
Continuara…
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