Rocío Cumplido González (cc) 2018 #cuentoinfantil #cuentodeHalloween
El monstruo Valiente: Segunda parte
A
pesar de su nombre, el pueblo no daba nada de miedo: había miles de globos
brillantes. Flotaban entre las calles; iluminando las casas. Algunas casas
tenían hasta tres colores diferentes: paredes de colores estridentes, techos
verdes y puertas amarillas. Incluso tenían estatuas de gatos decorando la
entrada.
Cuando
entraron en la casa de Valiente, Daniel pensó que era el lugar más increíble
del mundo. Estaba lleno de trastos del mundo de los humanos: televisores
viejos, juguetes rotos y móviles que no funcionaban.
—
¿Por qué guardas todo esto?—preguntó el niño.
—
Para ayudar a los demás— se sinceró Valiente. — Estoy seguro de que algún día
podré usar todas estas cosas para hacer algo bueno.
—
BING! BINNNNG! BINNNNNNNNNG!— ¡Abre la puerta Valiente!— ¡Sé que estas en casa!
—
¡Escóndete detrás de esos libros!— dijo Valiente nervioso.
El
monstruo estaba aterrorizado, como si supiera que alguien iba a castigarlo y
tras asegurarse de que el niño estaba bien escondido abrió la puerta.
—
¡Por fin!— dijo un monstruo algo gordito, entrando en la casa de Valiente.
—
Lo siento Carl—. Aquel monstruo sí que daba miedo de verdad. Era mucho más alto
que Valiente. Además de llevar unas gafas que eran demasiado pequeñas para su
cara.
— ¿Es que te crees que no tengo otra cosa que hacer?—
preguntó Carl furioso. — ¡No puedo malgastar de esta forma mi tiempo!
— Lo siento—repitió Valiente. — Simplemente estaba…
— No tengo tiempo para tus excusas—interrumpió Carl. —
Enséñame el saco. ¿Cuántas pesadillas has cazado?
— Ninguna— afirmó Valiente mirando al suelo. — Lo sabes
muy bien.
— ¡Esta situación no puede continuar!— gritó Carl. —Si no
cazas una pesadilla mañana, antes del amanecer tendrás que irte del valle para
siempre.
Carl estaba a
punto de salir de la casa cuando Valiente se interpuso en su camino:
— Por favor Carl, dame una oportunidad para hacer algo
diferente. — suplicó Valiente. — Estoy seguro de que puedo inventar algo para
que los niños dejen de tener pesadillas.
— ¡Eso es imposible y lo sabes!—exclamó Carl enfadado.
— Quizás sea cierto— aceptó Valiente al fin; — pero estoy
seguro de que puedo construir algo para ayudaros a cazar las pesadillas más
rápido.
Valiente hablaba con tanta pasión de sus posibles
inventos, que algo de ese entusiasmo entró en el corazón de Carl. Consiguiendo
que cambiara de idea y le diera a Valiente una oportunidad.
— Muy bien Valiente, si mañana al amanecer, me demuestras
que puedes hacer algo de lo que me has dicho, podrás quedarte.
— ¡Gracias!—se emocionó Valiente.
— Sin embargo…—replicó Carl. — Si no lo consigues, te
irás de irás del valle del Gato Negro y no volverás jamás.
Al irse, Carl dio un portazo tan fuerte, que Daniel pensó
que la casa iba a caerse.
— ¿Qué artilugio vas a construir Valiente?—preguntó
Daniel saliendo de su escondite.
— No tengo ni la menor idea…
— Pero has dicho que lo harías—. Daniel observó cómo su
monstruoso amigo miraba los objetos de su alrededor con curiosidad; con la
esperanza de que se le encendiera la bombilla; pero nada… la idea no venía.
Hasta que…
Daniel tenía un libro entre las manos. Lo había cogido de
la mesita de noche de su amigo y pasando los dedos por cada página,
deteniéndose en cada dibujo que se encontraba.
— ¿De qué trata este cuento, Valiente?
El monstruo cogió el libro y sonrió: — Se llama “Sueños en la lluvia” y cuenta la
historia de un Dios; que encargó a una nube la misión de arrojar dulces sueños
a todas las personas de la Tierra.
El problema era que había muchas pesadillas y solo había
una nube para ayudar a todas las personas del planeta. Por lo que muchas veces
la nube no conseguía llegar a tiempo y una pesadilla llegaba primero.
— Eso no es justo—respondió Daniel. — ¿Por qué tienen que
dar miedo las pesadillas?
— ¿Es que no pueden ser otra cosa?
— ¡Ahí está la respuesta!—afirmó Valiente.
Valiente recorrió toda la casa, cogiendo todos los
trastos y objetos que podría necesitar. El monstruo estaba tan emocionado que
en más de una ocasión Daniel tuvo que esquivarlo para no ser aplastado por su
amigo.
Cuando Valiente le contó al chico su plan, este saltó de
alegría:
— ¡Es la idea más mágica y alucinante que he oído en mi
vida!
Los dos amigos trabajaron juntos hasta el amanecer,
terminando sólo unos segundos antes de que llegara Carl.
— Veamos que
tenemos aquí— dijo el temible monstruo caminando alrededor del extraño invento.
Daniel estaba escondido
detrás de la gigantesca caja de herramientas, viendo como Carl inspeccionaba
aquella máquina creada con partes de ordenadores portátiles, tabletas y
televisiones. Todo ello estaba conectado a través de pequeños engranajes y en
lo más alto había un tubo de escape.
— ¡Esto va a cambiarlo todo!—aseguró Valiente.
Carl no estaba tan seguro de ello: — ¿Cómo vamos a cazar
pesadillas con esto?
— Esta máquina no puede cazar pesadillas… ¡las recicla!—
confirmó Valiente entusiasmado. — Con esto podremos convertir la pesadilla más
horrible, en el sueño más increíble y lo mandaremos de vuelta al mundo de los
humanos.
Valiente sacó una pesadilla que, con ayuda de Daniel
habían atrapado esa noche en el vertedero del pueblo y la introdujo en la
máquina.
El monstruo presionó unos botones y, de su invento empezó
a salir humo. Todas las pantallas y las luces empezaron a funcionar. Hacía un
ruido muy estridente y parecía que estaba a punto de explotar. Sin embargo,
unos segundos después, un dulce sueño salió disparado del tubo de escape y
viajo entre las nubes como una estrella fugaz; hasta llegar a la casa de una
niña a quien todas las noches despertaba una pesadilla.
— ¡Esto es una maravilla, Valiente!— dijo Carl
impresionado. — A partir de ahora, en vez de tirar las pesadillas a la basura;
les daremos otra oportunidad.
Cuando al fin Carl se fue, Valiente acompañó al niño al
mundo de los humanos. Tenía que volver a casa antes de que su familia se
despertara.
— Ha sido una aventura alucinante—susurró Daniel,
metiéndose en la cama. — Nunca olvidaré lo que he visto.
— Pero yo estoy seguro de que lo olvidarás. —afirmó
Valiente arropando al niño con su manta.
— ¿Cómo podría?—preguntó Daniel intentando mantenerse
despierto. — ¡Después de todo lo que ha pasado! — Has luchado por tu sueño, no
te rendiste cuando Carl te gritó; per… ¡si incluso fuiste capaz de cazar una
pesadilla para demostrarles a todos que tu invento podría funcionar!
— ¿Quieres decir que he sido valiente?
El monstruo no podía creer que eso fuera posible.
— Eres el monstruo más valiente que existe—declaró
Daniel.
Un segundo después, el niño se quedó durmiendo y esa noche;
tuvo el más dulce de los sueños.
Fin.
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Awwww que ternura, me ha encantado la máquina que inventaron! Yo quisiera una! Me had transmitido toda la magia de esta historia! Y me pude imaginar a la perfección cada escenario! Maravilloso cuento!
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