Capítulo 10: Una historia de más
Después de una
pequeña conversación en la que papá me hizo las típicas preguntas sobre cómo
había pasado el verano, pasamos a lo que de verdad querían hablar todos.
Estaba más que
decidido. Mis padres iban a divorciarse y a vivir cada uno por su lado. Pero
claro, en medio de todo esto estaba yo; por lo que tenían sí o sí, que llegar a
un acuerdo para que la “nueva rutina” fuera lo más llevadera posible.
Mientras hablaba
mamá, tuve la sensación de estar leyendo un guion perfectamente orquestado, en donde
todos los escenarios posibles se habían diseñado, para empezar a rodar en cuanto terminase el
verano.
— Durante el curso
escolar estarás conmigo los lunes desde que salgas del colegio, hasta los
miércoles que entres a clase. Cuando salgas el miércoles, tu padre te recogerá;
y te quedarás con él hasta el viernes. Los fines de semana y puentes los iremos
alternando y las vacaciones las dividiremos por la mitad. En navidad, la nochebuena la pasarás conmigo y
la nochevieja con papá. La noche y el día de reyes también lo alternaremos; un
año con él y otro conmigo. La semana santa la pasarás entera con tu padre.
— ¿Y en verano?—
pregunté interrumpiéndola de sopetón.
— Teniendo en cuenta
que son unos dos meses sin clases —
continuó explicando mamá, — y que por el momento, ni tu padre ni yo tenemos
pensado mudarnos fuera de la ciudad; he
pensado que lo mejor es que sigamos con esta rutina hasta finales de junio. El
mes de julio lo pasarás entero con tu padre y el mes de agosto conmigo.
Empecé a sentir
que me faltaba el aire. Mamá había organizado mi vida de los seis años siguientes hasta el milímetro; pero
en el esquema de lo que sería a partir de entonces mi vida, se había olvidado
de incluir a una persona muy importante.
— Tranquilo, no te
va a dar tiempo a aburrirte. —afirmó mi madre, posando su mano en mi mejilla. —
He hecho una lista de todas las actividades disponibles para los chicos de tu
edad. Aunque también podemos hacer algo juntos, como un viaje ¿Qué te pare…
— No— le corté. Retiré bruscamente la cara y me levanté para
enfrentarlos. Mis padres estaban sentados en el viejo sofá de nana, donde unos
cojines con estampados de flores, se habían hundido casi hasta rozar el suelo. — No voy a pasar un mes con cada uno en verano. — afirmé sin
parpadear. — Solo pasaré dos semanas con cada uno, en julio. Me da igual como
lo organicéis; pero solo serán dos semanas. Ni una más.
Miré a nana.
Estaba sentada en el viejo sillón del abuelo. Solía decir que lo conservaba,
porque su olor se había quedado atrapado en el cuero. Fue entonces, cuando
entendí cómo funcionaba el lenguaje secreto de Mario y Sol. Ellos estaban
conectados por un lazo de amor puro y verdadero. Mil veces más fuerte, que
cualquier coincidencia de ADN.
Nana sonrió y
asintió con la cabeza, confirmándome que estaba de acuerdo y me apoyaba.
— Cada uno de
agosto, uno de los dos me traerá al pueblo con nana—sentencié. — Será con ella
con quién pase todo el mes.
— Pe…, pero—
balbuceo mamá tras recuperarse del shock—. Eso no es lo que he planeado. Además
eres menor de edad, un niño y debes…
— Déjalo Elena—
pidió mi padre apoyando la mano sobre su hombro. — Déjalo quedarse. Creo que le
hace bien estar aquí.
— ¿Era orgullo
hacía mi lo que veía en los ojos de mi padre?
Por culpa de mi
comportamiento de los últimos meses había perdido la esperanza de que papá
volviera a mirarme de esa manera. Entonces me prometí a mí mismo, que en cuanto
empezaran las clases, me disculparía con todos los chicos que había tratado
mal. No solo porque no quería volver a perder lo que acababa de recuperar. Si
no porque de verdad me sentía mal por todas esas cosas.
— Pero es solo un
niño—volvió a repetir mamá sacándome de mis pensamientos, —no puede decidir qué
hacer.
— Haz el favor de
mirar bien a tu hijo, Elena— le pidió papá. — El niño que dejamos hace unas pocas semanas, ya
no está.
Mamá me observó de
arriba abajo durante unos segundos y después simplemente asintió, aceptando al
fin que había perdido esta batalla.
Entonces entendí
que era ahora o nunca. O aprovechaba la oportunidad y hacía la pregunta, o me
quedaría para siempre con la duda:
— ¿Es culpa mía?
Mi madre me miró
sorprendida, estaba claro que la pregunta iba sólo para ella.
— ¿Es culpa mía
que no hayas sido feliz?
Su respiración se
cortó y durante unos segundos los roles se invirtieron. Yo era el adulto que
quería tener una conversación sería y ella, la niña que buscaba con la mirada
una escapatoria para evitar una situación incómoda.
— Escuché lo que
le dijiste a papá esa noche— confesé al fin. Mi padre también abrió los
ojos sorprendido. Para ellos ahora las
piezas encajaban y mi comportamiento de los últimos meses, aunque jamás estaría
justificado; tenía algo de sentido.
— Sé que siempre
has estado enamorada de otra persona, que desearías haber sido más valiente en
su día y que si no te hubieras quedado embarazada de mí; tu vida sería muy
distinta.
Por primera vez, en mucho tiempo permití que
mis lágrimas brotaran sin control. Aun así, me esforcé todo lo que pude para no
parpadear. No quería perder el contacto visual con mamá.
— Yo no… yo nunca—
tartamudeo. Intentando esconderse; mi madre clavó los codos en las rodillas y
se tapó la cara con las manos.
Pasaron varios segundos,
casi un minuto en los que permanecimos en silencio. Mis peores miedos se habían
confirmado y no podía soportarlo. Necesitaba salir de ahí, escapar y correr tan
rápido y tan lejos, cómo mis piernas me lo permitieran.
Ya había girado
medio cuerpo para irme cuando sentí una mano aferrarse con fuerza a mi muñeca.
Al volverme vi a mi madre frente a mí, llorando. Con un suave tirón me acercó
hasta ella para abrazarme con fuerza. Los latidos de su corazón golpearon
contra mi oreja, confirmándome que mis miedos eran infundados. Me quería y
nunca se había arrepentido de tenerme. Simplemente había tenido mucho miedo.
Miedo a que la rechazara cuando descubriera la verdad.
Tembloroso, entrelacé los brazos en su cintura y la apreté contra mí tan fuerte como pude.
En ese momento deseé haber sido más alto que ella. Así mi madre habría sido capaz de escuchar a mi
corazón y todo lo que este tenía que decirle.
*********
— Corre más rápido
André — gritó Sol desde la orilla del lago, mientras Darío y yo intentábamos
hacer volar una de las cometas que nos había regalado Mario.
Habían pasado un
par de días desde que papá llegó al pueblo y tuvimos algo tiempo para estar
solos y hablar “de hombre a hombre”. Una
noche, sentados en unas sillas de mimbre, frente a la puerta de la casa; papá
me aseguró que no odiaba a mamá. Claro que se enfadó mucho con ella en su
momento y que hubiera deseado poder arreglar las cosas. Sin embargo, durante el
crucero se dio cuenta de que no se puede obligar a nadie a quererte y que lo
más importante para un niño, es que sus padres sean felices, estén juntos o no.
Y era cierto.
Ahora veía a mi padre un poco más feliz que antes; charlando animadamente con
Mario y el pescador, mientras este último les enseñaba a tirar la caña
correctamente.
Mamá también
sonreía junto a nana y Soledad, viendo cómo Diego se hacía un lio con las
instrucciones de la tienda de campaña que había comprado el día anterior.
— ¿Podrías dejar
de reíros y echarme una mano? — se quejó este, metido en la tienda; intentando
sujetar un lado con una mano, mientras que con la otra trataba de adivinar
donde tenía que anclar la varilla.
— Porque la idea
de acampar fue tuya— afirmó Mario en la distancia. —y por cierto cielo, las
varillas van por fuera de la tienda.
Apenas
veinticuatro horas antes, Diego estaba encantado con la idea de pasar la noche
bajo las estrellas. Se le ocurrió el plan cuando estaba a punto de guardar el
telescopio en una caja y dejarlo ya preparado para la mudanza. Aunque no fue hasta poco antes de cenar, cuando llamó a casa
de nana para hablar con mis padres.
Yo ya conocía el
poder de persuasión de Diego; pero mamá aun no entendía como se había dejado
convencer tan fácilmente, para ir a una barbacoa en medio del campo y en pleno
verano.
— ¿De verdad
quieres pasar la noche allí?— preguntó horrorizada ante la idea de dormir
rodeada de insectos.
Le aseguré que sí,
que sería divertido hacer algo con Sol y su familia antes de irnos. No podía
creerlo, ya solo faltaban dos días para volver a casa, a mi vida y en apenas
una semana más, Sol y sus padres empezarían el nuevo capítulo de la suya.
Cuando Mario como
buen arquitecto, se aseguró de que la construcción de su marido soportaría el
ataque unos niños hiperactivos, pudimos entrar en la tienda.
Sol se había
llevado su cuaderno de historias y pasaba las páginas de un lado a otro
buscando la más adecuada para una noche de acampada.
— ¡No puede ser!—
gritó de repente y sin avisar.
— ¿Qué te pasa?—
pregunté mirando a mi alrededor preocupado, buscando cualquier bicho que se
hubiera colado. — ¿Te ha picado algo?
— No… mira.
Entonces Sol me
enseñó las dos páginas en blanco que separaban las historias trescientos
veintisiete, de la trescientos veintiocho.
— ¡No está
completo!— afirmó casi en estado de shock. — Papá Mario se saltó estas páginas
y no se dio cuenta.
Estuve a punto de
sugerir que podía arrancarlas; pero al
comprobar en qué lado de la página
terminaba la historia trescientos veintisiete, vi que era imposible hacerlo sin
dejar el relato incompleto.
Al cabo de pocos
segundos, la respiración de Sol se calmó y su rostro cambió. Ahora sonreía y
pude ver en sus ojos esa mirada traviesa y picara.
— ¿Qué se te ha
ocurrido?— pregunté algo asustado.
— Que sería muy
chulo escribir las cosas que nos han pasado este verano, ¿no piensas lo mismo?
Sol estaba
realmente emocionada con la idea. — Podríamos escribir sobre cómo nos conocimos
aquí, en el lago. ¡Yo estaba escondida en esos matorrales! ¿Te acuerdas?
— Como para no acordarme—
aseguré recordando aquel momento. Me costaba creer, que no hubiera pasado ni un
mes.
— También
podríamos escribir sobre el accidente de nana y como conseguimos la historia
del pescador — continuo sin percatarse que le había contestado. — También tenemos
que poner lo que pasó con aquellos matones en la feria. No es un recuerdo
bonito; pero es lo que pasó y tenemos que escribir la verdad.
— Pero entonces
tendrás una historia de más en tu
cuaderno— le dije cuando paro de hablar. — Si escribimos todo eso, tendrás mil
y una historias que contar y ese es un número impar.
Sol medito durante
un largo minuto mi afirmación; pero luego volvió a sonreír.
— Creo que eso es
algo con lo que puedo vivir.
Nos pusimos a ello
en cuanto Sol escogió el bolígrafo perfecto entre la docena que tenía en su
mochila y como suele decirse: no nos dejamos nada en el tintero. Tuve que
resumir algunos detalles por miedo a quedarme sin espacio antes de terminar;
pero lo logré sin problemas y nada de lo importante se quedó atrás.
La noche era
clara, adornada por una gigantesca luna llena y al no estar en medio del pueblo
podíamos ver más estrellas. Lo que era perfecto para más tarde, poder descubrir
nuevas constelaciones y ponerles nombre.
Sol, Darío y yo
nos acercamos al pescador quién seguía sentado frente a su caña. Por algún
motivo el hombre miraba embelesado el agua, ni siquiera parpadeaba.
— Esto sí que es
magia— nos susurró.
Los tres
contuvimos la respiración al mirar al agua. Los peces estaban bailando y
gracias al reflejo de la luna, parecía que lo hacían en medio del espacio.
— Ojalá no hubiera
escrito esa historia en el cuaderno de
Sol — pensé. — Ahora se me estaba ocurriendo otra mucho mejor, sobre unos peces
que bailaban junto a las estrellas en el espacio exterior. Esa historia, como la mía y la de Sol, tendría
un final inesperado. Y eso no siempre es algo malo.
FIN.
Pixabay |
Que delicada belleza has escrito Rocío,la manera de entrelazar tus tramas, la de irnos descubriendo los personajes, dibujarnos su mundo... Es una novela maravillosa!! Los temas que tratas, no son sencillos, y sin embargo los has tratado con magistral naturalidad, pero con el sentimiento correcto, aunque amo a Sol mi personaje favorito es André, y ya quiero leer tu novela otra vez y otra, has creado algo muy bello y poderoso, te felicito reina de las hadas!!!! Eres una gran gran escritora!!!
ResponderEliminarGracias Eliz por tus palabras. Esta idea vino a mi una tarde, no se muy bien de donde. En un principio que solo lo escribiría como un cuento corto, de no más de tres páginas y mira tu por donde han acabado siendo diez capítulo.
EliminarMe alegra mucho que esta historia te hayas amado esta historia y a sus personajes.
Gracias de nuevo amiga por estar siempre ahí, al pie del cañon. jeje. Muchos besos y no te preocupes pronto volverás a leer esta historia, con un toque algo más profesional y algún capítulo más.
Wow ahora sí, como dicen en los blue ray, con comentarios del director!! Me encantará leerla muchas veces!!! Sabes? Aún recuerdo la primera vez que encontré tu blog, y pensé!!! Yo tengo que escribirle, soy tu fan!!!!!! Xoxo, Eliz
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