domingo, 28 de octubre de 2012

# cuento de Halloween # cuento original

Las tres brujas buenas (Ilustración de Elizabeth Segoviano)


Elizabeth Segoviano (c) 2012
-Ojos de sapos, ancas de rana, que la Luna brille sobre las montañas.

-Patas de gallo, piel de esparadrapo, que los niños jueguen por todos lados.

Como cada treinta y uno de Octubre las tres hermanas brujas: Harapienta, Olorienta y Calamidad se reúnen en su caverna en las profundidades de la montaña de los hechizos. Para celebrar  la víspera de Halloween, también llamada noche de brujas. Una noche en la que todos los monstruos, duendes y elfos salen pasear con tranquilidad, pues  nadie de ellos se va a asustar. Los niños de todos lados corren por las calles disfrazados, gritando “truco o trato” en todas las casas de su vecindario.


Solo las tres brujas se quedan en casa, porque todos piensan que son brujas malas; pero eso no es verdad. Las tres hermanas, son unas  brujas muy buenas, que siempre tratan de ayudar; más su aspecto a todo el mundo echa para tras. Son altas; flacuchas, sus cabellos son largos, grises y encrespados; pero lo que más repelús de ellas provoca, es su estaña piel: es verde, arrugada y sus manos están llenas de escamas.

Todos temen a las tres brujas buenas y se mantienen alejados de ellas. Los niños conocen terribles historias sobre las brujas. Historias de miedo que cuentan los padres para que sus hijos se comporten como niños buenos:

- Nico, como no te comas todo el brócoli, las brujas vendrán esta noche a por ti, te cocinarán en su enorme cazuela y te comerán.

Las pobres brujas han intentado cambiar esa impresión; pero siempre pasa algo que consigue estropearlo.

En una ocasión las tres brujas cocinaron galletas de canela para todos los niños de la ciudad; pero de alguna manera, no se sabe como; una poción calló dentro de la masa de las galletas, haciendo que todos los que las comieran, le salieran granos por toda la cara.

Las tres brujas han tenido tan mala suerte en sus intentos por caer bien a sus vecinos, que incluso piensan en mudarse a otra ciudad; pero a Calamidad, la más joven de las tres no le gusta nada esa idea:

-¡Yo no quiero irme a ninguna parte!-chilla la joven bruja desesperada.
- Este es nuestro hogar. Aquí nos hemos criado: hemos aprendido a gatear, a andar, a crear pociones con amapolas y margaritas. Y en aquel descampado, papá nos enseñó a volar con aquella horrorosa escoba rosa. ¡No podemos irnos! Todos nuestros mejores recuerdos están aquí.

-¿Y que pasa con los malos recuerdos?- dice Harapienta, la más mayor de las tres.
-¿O es que no recuerdas las bromas, las injurias o los cuentos de miedo que han inventado sobre nosotras? Estoy cansada de intentar caerles bien. Calamidad se acerca a su hermana para intentar consolarla. Pone una mano sobre su hombro; pero Harapienta no esta de humor y se retira a su cuarto a descansar.

Calamidad triste y desilusionada pasa la tarde caminando por los senderos de la montaña de los hechizos. Intentando encontrar una mágica solución; pero como solía decir su padre: “A veces, las grandes gestas, sólo requieren pequeños gestos”.

Calamidad repite esa frase en voz alta y justo en ese instante una suave brisa de otoño la rodea enmarañando su largo cabello grisáceo.

De repente y sin venir a cuento a Calamidad se le ocurre una idea que puede resolver todos sus problemas; pero antes de volver a casa para poner en marcha su plan; alza la mirada al cielo, cierra los ojos y le susurra al viento:

-          Gracias papá, te quiero.

 Al llegar a casa, Calamidad cuenta a sus hermanas su gran idea; pero Harapienta que sea tan estupenda:

-No cuentes conmigo- dice su hermana, visiblemente enfadada. No pienso hacer semejante ridículo delante de los vecinos.

- ¿Podríamos intentarlo? ¿Qué podríamos perder?- pregunta Calamidad con entusiasmo.

Olorienta, la hermana mediana se apresura a intervenir entre las dos hermanas; pues sabe muy bien como es Harapienta cuando se enfada.

- Por favor hermana, no deseches la idea tan a la ligera ¿Y si nos colocásemos unas mascaras? Nadie nos reconocería. Harapienta sopesa durante unos instantes las ideas de sus dos hermanas:
- Está bien- dice al fin Harapienta. –Haremos lo que decís; pero si no sale bien, mañana mismo colgamos nuestros bultos en las escobas y nos vamos volando de esta ciudad ¿entendido?

- ¡Entendido¡- dicen Calamidad y Olorienta a la vez. Las brujas cogen todo lo necesario y caminan hasta la ciudad. Lo hacen por el camino menos transitado, para que nadie se pueda percatar de lo que esta a punto de pasar.


Mientras en la calle principal, los niños van de acá para allá, llamando a todas las casas para pedir deliciosas golosinas. Hasta que un niño disfrazado de hombre del saco ve algo extraño en medio del barrio:

-¡Un Teatro! ¡Un Teatro! Poco a poco todos los vecinos se reúnen para curiosear:
-Vaya, no sabía que fuese a haber una función.- dice el señor alcalde poniéndose justo delante del escenario.

Las luces se apagan, y las tres brujas salen de detrás del telón; pero esta vez nadie se asusta. Ya que llevan puestas las mascaras, que les tapan toda la cara.

Las brujas empiezan a representar su función. La cual intentan mostrar que las brujas no son malas, si no que son seres buenos que están aquí para ayudar a los demás.  El publico reunido aplaude a cada ocasión e incluso ríen a carcajadas, porque Olorienta no para se pisarse los pies y tropezar.

Todo iba a las mis maravillas. Hasta que una niña sentada en la primera fila, se le escapa el globo que su padre le había comprado. Calamidad sin ni siquiera pensarlo, sale volando para agarrar el globo antes de que este suba demasiado alto. Ahora todos pueden ver que las brujas les han engañado.

-¡Quieren comernos vivos!- chilla el señor alcalde. El señor alcalde tiembla tanto, que hasta sus michelines parecen estar asustados.
-¡Quieren secuestrar a nuestros hijos!- dice una voz allá, por el fondo. Todos corren despavoridos buscando a sus hijos para llevarlos de vuelta a casa; pero una pequeña niña suelta la mano de su madre y en contra de sus suplicas se acerca a una de las brujas.

La pequeña niña sube los escalones del escenario y se acerca hasta donde esta Harapienta. La niña agarra la larga falda de la bruja y tira de ella. Harapienta se agacha para poder estar a su misma altura. La niña, alarga su pequeña mano y despacito, muy, muy despacito despoja a Harapienta de su horrenda mascara.

La niña que ahora puede ver a la bruja con claridad y desde muy cerca, no se muestra asustada ante ellas. La pequeña niña, mira a la bruja con curiosidad, directamente a los ojos, como si buscara un tesoro escondido en algún recóndito y oscuro lugar.  La niña sonríe al fin ya que parece haber encontrado el dichoso tesoro y con delicadeza retira el fino cabello gris que cubre el rostro de la bruja:

- Ahora todos podrán ver tus preciosos ojos- dice aquella preciosa niña con una envidiable dulzura. Tanto a Harapienta como sus hermanas no pueden evitar que se les salten las lágrimas.   

- Quitaos vuestras mascaras- dice Harapienta a sus hermanas. - Ya que ahora nos miran desde el corazón.

Cuando Olorienta y Calamidad alzan la vista ven lo que pasa a sus pies. Abajo del escenario, no son las únicas que están llorando. Muchos de sus vecinos tienen también la lágrima saltada; pues se han dado cuenta que han juzgado mal a las tres brujas buenas.

Calamidad esta tan contenta; que lanza un hechizo al cielo, para que de las nubes salgan cohetes que estallen, creando increíbles fuegos artificiales.


Como todo a salido mejor de lo previsto, las brujas no se van a ninguna parte, se quedan a vivir para siempre con sus vecinos. Los cuales, han aprendido que la mejor forma de ver a las personas, es mirándolas a través de los ojos del corazón.


FIN

Rocío Cumplido

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3 comentarios:

  1. no sabes que delicia ha sido leer tu cuento, sino un honor que me permitieras hacerle un dibujito :) eres mi hada favorita!!!! :D

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  2. Dicen que jamas debes juzgar un libro por su cubierta, ¡y creo que a todos nos consta!
    Bajo este mensaje y refiriendo a la fiesta de todos los santos, o Samhain, o Halloween o Día de Muertos o Noche de brujas, es eso mismo lo que se celebra.
    Antes de que llegue el invierno, la tierra se deshace de todo, quedando desnuda para pasar unos meses recluida en su interior, los hombres hemos relacionado todo esto con la muerte, la muerte de la tierra, las hojas caen, y el verde se convierte en gris, esperando un mejor momento para renacer.
    Igual que en tu historia, este es un momento para tirar las hojas y las máscaras, hora de morir a todo aquello a lo que estamos atados para renacer en nuevas conciencias, mas maduras y grandiosas.

    ¡Estupenda historia Rocío! Felicidades

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  3. Una historia muy bonita! Ojala mas de una persona aprenda a mirar a traves de los ojos del corazon

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