Seguro
que alguna vez, leyendo el cuento de Peter Pan, has leído eso de:
“Cuando un bebe ríe por primera vez, en algún lugar un hada acaba
de nacer” ¿Y sabes una cosa? ¡Si, si que es verdad, las hadas
existen y están en cualquier lugar!
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Todos
creen que las hadas son seres perfectos, sin ningún defecto, y que
pueden hacer cualquier cosa con el menor esfuerzo. Y puede que sea
verdad; pero si cierras los ojos y viajas con tu imaginación hasta
esa segunda estrella a la derecha y vuelas hasta el amanecer,
llegarás al campamento de las hadas. Donde un hada muy particular
tuvo que esforzarse mas que las demás.
El
hada Zay llegó al campamento una primavera, nació de la primera
risa de dos hermanas gemelas. Cuando el hada apareció, todo el mundo
se sorprendió. Zay no nació con dos alas, como cualquier hada. En
su espalda solo tenía el ala derecha, le faltaba su ala izquierda.
En ese momento, todos pensaron que la pequeña hada nunca podría
volar.
Todos
en el campamento prometieron que la cuidarían y la protegerían de
cualquier mal, ya que esta pequeña hada no era como las demás: era
diferente, tenía una discapacidad.
El
hada Zay creció sana, feliz, rodeada de amigos que la querían y se
preocupaban por ella:
- ¡Ten cuidado Zay, no corras!
- ¡Ten cuidado Zay, no saltes!
- ¡Ten cuidado!...¡Ten cuidado!...¡Ten cuidado!
Zay
estaba cansada de tanta protección. Ella quería correr, quería
trepar, quería saltar; pero lo que mas quería hacer la pequeña
hada era volar. ¡Quería volar como las demás!
Un
día el hada quiso intentarlo: fue a la pradera de las amapolas y
empezó a saltar, moviendo su única ala muy, muy rápido. Aunque no
pudo elevarse mucho. Apenas las puntitas de los dedos consiguió
despegar del suelo.
Entonces, el hada trepó hasta la rama de un árbol y saltó moviendo muy, muy
rápido su pequeña ala; pero no lo consiguió. Se cayó al suelo y
se hizo mucho daño.
Todos
se preocuparon tanto por el hada, que la cubrieron entera de tiritas, grandes y pequeñitas ¡hasta en las partes en las que ni siquiera
tenía heridas!
Sus
amigos se enfadaron mucho cuando se enteraron:
- ¡Ni se te ocurra volver a hacer semejante locura! Eres mas pequeña, débil y frágil que las demás ¿Es que no lo sabes ya? ¡tú no puedes volar!
Esa
noche el hada Zay se acostó en su cama, con lagrimas rodeando su
cara, susurrando a las estrellas:
- Yo sé que puedo, si que puedo.
Desobedeciendo
a todos, el hada Zay siguió entrenando por su cuenta: Aunque mil
veces se caía, mil veces se levantaba y si se hacia daño, ella
misma se curaba. No le importaba cuanto tuviera que esforzarse, ni
cuanto tuviera que luchar. Ella haría todo lo posible para hacer su
sueño realidad.
Una
noche, por un camino cercano, paseaba el hada inventora. Una hada muy
mañosa a la que encantaba construir cosas. Cuando descubrió lo que
estaba haciendo el hada Zay se conmovió y pensó que podía crear
algo para ayudarla.
Días
después, el hada inventora llegó a la pradera de las amapolas con
su invento. El hada Zay se sorprendió mucho al ver que aquella hada
había creado: ¡un ala mecánica para ella!
La pequeña hada se colocó ese invento y empezó a mover las dos
alas que ahora tenía en la espalda muy, muy rápido. El hada
inventora, al ver que le estaba costando un poco empezó a animarla:
- ¡Vamos Zay! ¡Yo sé que puedes, sí que puedes!
Las estrellas que aún brillaban en el cielo, y los animales que la habían visto esforzarse tanto, también gritaban con entusiasmo:
- ¡Vamos Zay! ¡Yo sé que puedes, sí que puedes!
Animada
por sus palabras, el hada Zay movió con mas fuerza sus alas y tan
rápido, tan rápido las movió ¡que consiguió volar! voló hasta
las copas de los árboles, y cruzó las nubes para saludar a las
estrellas.
Todos
sus amigos se alegraron mucho al ver que el hada Zay había
conseguido volar, y se disculparon por haberla sobre protegido tanto.
Desde
ese día, el hada Zay se encarga de ayudar a todas las hadas que
nacen con alguna discapacidad. Ya que con esfuerzo y la ayuda de los
que les quieren, no habrá barreras para hacer sus sueños realidad.
FIN
Rocío
Cumplido González
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