(cc) 2020 Rocío Cumplido
González #cuentoinfantil #cuentojuvenil #Sanvalentín
Hermanas de corazón
Milenios y eras
atrás, cuando no se habían inventado los relojes, ni existían horas que contar.
Nacieron tres diosas muy poderosas; aunque sus aventuras ya han sido olvidadas por la historia.
Tarsemi, Perfana y
Fimare vigilaban y cuidaban de un planeta Tierra que casi acababa de nacer. Donde
los primeros humanos recién habían aprendido a caminar de pie.
Año tras año, se
fueron creando nuevos poblados y asentamientos humanos. Los primeros
instrumentos musicales dieron lugar a hermosas canciones, que nunca más
volveremos a escuchar. Los niños inventaron sencillos juegos, que aún hoy día
siguen existiendo. Todo era absoluta y maravillosamente perfecto.
Hasta que un día…
dejo de serlo.
Perfana se enamoró
de un joven con una gran curiosidad. Quería conocer todos los secretos de este
planeta, que nunca podría recorrer entero y ella encantada; le explicaba cada
curioso detalle, de cada rincón.
Un día, la diosa
decidió renunciar a sus poderes para convertirse en un ser humano y así, poder compartir juntos todas las
maravillas del mundo.
— Prometo que
nunca me olvidaré de vosotras dos— dijo abrazándolas. —Siempre os llevaré en mi
corazón.
Al principio Perfana
cumplió su promesa. Visitaba a las diosas a diario y algunas de esas veces,
pasaban el día riendo y hablando. Parecía que en verdad, nada había cambiado.
Sin embargo con el
tiempo, las diosas se percataron de cómo, poco a poco, Perfana se iba alejando
y prefería pasar más tiempo en su nuevo hogar, junto a la nueva familia que
acababa de formar. Así fue cómo terminó por olvidar; que alguna vez fue la más
poderosa diosa que el mundo conocerá.
Esto creo una
pequeña grieta en el corazón de Fimare.
— Yo nunca te
abandonaré— afirmó la diosa a Tarsemi. — Juntas cuidaremos del mundo y lo
veremos crecer.
Pero cómo muchos
humanos han dicho alguna vez: — “nunca
digas de esta agua no beberé.”
Aunque no estaba
en sus planes, Fimare acabó enamorándose de una mujer cuyo ingenio y
perspicacia, siempre conseguían hacerla reír a carcajadas.
— Ve junto a ella
— la animo Tarsemi, sabiendo que eso era lo que Fimare deseaba hacer en
realidad. — No renuncies a la felicidad.
Al igual que
Perfana, Fimare prometió a la diosa que jamás se olvidaría de ella y que la llevaría
en su corazón allá donde fuera.
Pero igual que la
vez anterior, aquella promesa duró un latido… o tal vez dos.
Al final Fimare
también prefería estar rodeada de las personas que formaban su nuevo hogar,
terminando por olvidar, que fue otra de las más poderosas diosas que el mundo
conocerá.
A pesar de que
ahora tenía todo un planeta para ella sola que cuidar, Tarsemi siempre se las
apañaba para visitarlas. No obstante, por algún motivo que no lograba entender,
nunca conseguía verlas a las dos a la
vez.
Hasta que un día
supo el por qué…
Aquella pequeña
grieta en el corazón de Fimare, se había vuelto más grande. Las ex – diosas
siempre estaban de pelea y como consecuencia, los dos pueblos entraron en
guerra.
En ese momento,
fue el de Tarsemi el que en mil pedazos
se rompió.
Y es que ninguna
se había dado cuenta; pero cada vez que la diosa tenía que lidiar entre ellas
dos, una grieta muy profunda se formaba en su corazón.
Al sentirse vacía
y sin nada por lo que valiera la pena luchar, Tarsemi se transformó en una
montaña rocosa que nadie podría escalar. Dejó a un planeta Tierra salvaje solo
y sumergido en la oscuridad.
Al ver lo que sus
tontas peleas habían provocado, Perfana y Fimare enterraron el hacha de guerra
y unieron sus fuerzas.
— ¿Y cómo lo
haremos?— preguntó Fimare una vez llegaron al pie de la montaña. — Es demasiado
alta, no podemos escalarla.
— Eso no hará
falta— aseguró Perfana.
Usando un antiguo
conjuro que los magos del futuro nunca llegarán a aprender, cada una de las
diosas extrajo de su interior; un fragmento de su propio corazón.
Fimare fue la primera en acercarse. Tocó la fría pared
de rocas y le susurró a la montaña.
— No volveré a ser tan testaruda. Tú y yo siempre
juntas.
Y su fragmento desapareció en el interior.
Un segundo después, Perfana estaba también frente a la
montaña junto a Fimare.
— El rencor nunca me volverá a cegar. Juntas las tres
hasta la eternidad.
Y su fragmento
también, desapareció en el interior.
Dentro de la
montaña, en una completa oscuridad, los dos fragmentos atravesaron cada
estrecho recoveco, hueco y rincón hasta llegar a su destino, gracias a la magia
del amor.
Entonces la
montaña se iluminó y poco a poco desapareció.
Cuando cayó la
última roca, las tres se reunieron en un abrazo y prometieron; que nada ni
nadie las separaría de nuevo.
Y aunque cada una
volvió a donde le pertenecía; esta vez lo hicieron convertidas en amigas. O
como se decía en la antigüedad, en “hermanas de corazón”. Ya que siempre llevas
un poquito de ellas en tu interior.
Encontrada en Google |
Fin.
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