sábado, 16 de julio de 2022

# cuento infantil # relato juvenil

Bonita. Capítulo 1

 

(cc)2022 Rocío Cumplido González #relatojuvenil #relatocapitulos #cuento #SindromeDown


Bonita


Capítulo 1


Clara cerró los ojos apenas un segundo después de verla y, aunque estaba segura de que la estrella fugaz ya se había desintegrado, pidió su deseo igualmente.


— Sí, lo sé, es el mismo de siempre—dijo usando solo su pensamiento. Tenía diez años y medio, pero aún creía en que las estrellas, con su magia, podrían leerlo.


— Un euro por tus pensamientos—dijo su abuelo apartándose del telescopio.


El la miró a través de sus ojos castaños, los mismos que ella había heredado y probablemente, la única parte de su cara que de verdad le gustaba.


— ¿Y por qué no un billete de diez? — Intentaba escabullirse y no responder. — ¡Con un euro no tengo ni para una bolsa grande de chucherías!


Ambos rieron un rato e incluso, regatearon el precio de aquel preciado deseo.


— ¿Y si te doy tres? —ofreció sacando del bolsillo su monedero.


— Sube hasta ocho euros y ya veremos— contraatacó Clara, esforzándose por no saltarse alguna palabra al hablar.


— Cinco y ni uno más.


— Siete y cincuenta, mis deseos no están en oferta.


Y así siguieron un rato, riendo a veces en un tono quizás, demasiado alto.


— ¿Se puede saber que hacéis aquí arriba a estas horas?


La madre de Clara estaba junto a la entrada a la azotea, con los brazos en jarra y esa expresión en su cara que decía: “vais a tener problemas.”


— Mañana es el primer día de colegio y deberías llevar horas durmiendo.


— Y lo ha hecho. —respondió el hombre como si aquello fuera lo más normal. — Un poco, antes de que yo la despertara para subir.


Clara lo miró de reojo. —Eso no ayuda—susurró. Pero él seguía con su sonrisa inocente que, como por arte de magia, conseguía difuminar las arrugas de su cara. — La Luna está llena, con Júpiter y Saturno alineados a su derecha. Andrea, ¿cómo iba a dejar que se lo perdiera?


No obstante, Andrea ya no era una niña impresionable y los trucos de su padre, no surtían el efecto de antes.


— A la cama Clara, que no tenga que volver a repetirlo.


Clara sabía que tenía que hacerle caso, antes de que a su abuelo se le ocurriese otra de sus ingeniosas respuestas. Pero entonces, se acordó de algo.


— ¡El abuelo aún no me ha contado el cuento del hada y la bruja!


En ese momento, las hojas de suculentas se movieron con brusquedad. Había algo dentro de la maceta, sin embargo, ninguno de los tres se dio cuenta. Al menos, no esa noche.


— ¡Es verdad! —exclamó el hombre. — Y tengo que hacerlo esta noche, porque mañana se hará mayor y no querrá escuchar las historias absurdas de este pobre, viejo senil.


—Ya empezamos—resopló la mujer, pidiendo al cielo paciencia. Sabía perfectamente lo que venía a después.


— ¡No digas eso! —dijo Clara cayendo en la trampa. No le gustaba nada que hablara así. — No eres viejo y siempre querré escuchar tus cuentos.


— Ojalá pudiera creerte— respondió sacando un pañuelo. Si iba a meterse en el papel, tenía que hacerlo bien. — Mañana empiezas sexto, verás a tus amigos y te olvidarás de mí.


— ¡No es verdad! Clara estaba a punto de llorar; pero al contrario que su abuelo, ella lo Iba a hacerlo de verdad.


— Y el año que viene…—continuó, —cuando estés en el instituto, te olvidarás por completo de mí y…


 — ¡Basta ya!


Clara nunca había visto a su madre tan enfadada. Bueno últimamente sí. Siempre que su abuelo mencionaba la palabra “Instituto”.


—He dicho que te vayas a la cama Clara. No es momento para cuentos de hadas.


 Al pasar al lado de su madre, Clara acarició su mano como diciendo: “no te enfades tanto”. Sin embargo, su madre no le devolvió la caricia. Tenía los ojos fijos en su padre e intentaba al mismo tiempo, retener las lágrimas de frustración, hasta que se aseguró de que su hija bajaba las escaleras y se iba a su habitación.


— ¿Cuántas veces tengo que pedirte que no menciones el tema del instituto delante de la niña? Aun no he decidido lo que hará el año que viene.


— Pregúntale a ella entonces. —le pidió. — ¡Tiene casi once años por el amor de Dios!  ¡Ya es mayor para tomar esa decisión!


— Clara tiene Síndrome de Down. —dijo la mujer, como si esa afirmación fuera suficiente. — El mundo real es diferente para ella. No se le pueden aplicar las mismas reglas.


El hombre no dijo nada más. No era la primera, ni segunda, ni tercera vez, que tenían la misma discusión y estaba seguro, que pasaría por la misma situación unas cien veces más, antes de que llegase el momento de la decisión final. ¿Instituto o colegio especial?


Pero hoy ya estaba demasiado cansado y bajo las escaleras para irse a su cuarto. Aunque antes de entrar al pasillo, levanto la vista hasta el final de la escalera para mirar a su única hija y le dijo: — siempre es un buen momento para contar un cuento.

·

Continuará

 

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